El conde Galeazzo Ciano escribió un extenso diario –que acabo de terminar de leer– conservado gracias a que su esposa Edda, hija de Mussolini y refugiada en Suiza, logró salvarlo pese a los esfuerzos de los nazis alemanes para hacerse con él.
Meses antes de mi venida al mundo, en 1944, Ciano se fue de él ante un pelotón de fusilamiento. Había sido durante tres años ministro de Asuntos Exteriores del gobierno de Mussolini, su suegro; pero votó en favor de la orden de Grandi que propuso la destitución del Duce en una Italia derrotada e invadida por los aliados. Ciano montó en un avión con destino a España, pero fue detenido al hacer escala en Alemania. Tras un sumarísimo e ignominioso juicio en Verona, un tribunal de la República Social Italiana de Saló –el gobierno títere de los alemanes que habían rescatado a Mussolini– le condenó a muerte acusado de alta traición. El 11 de enero de 1944 Ciano murió a balazos sentado de espaldas en una silla.
El diario es un importante documento que arranca desde el 1 de enero de 1939 hasta el 8 de febrero de 1943, donde se reflejan todos los tejemanejes diplomáticos de las potencias europeas previos a la Segunda Guerra Mundial, especialmente el papel de Italia y, singularmente, las contradicciones de su suegro, a la vez germanófobo y aliado de Alemania.
En su diario, Ciano dedica varias páginas en afirmar exageradamente que las victorias del bando franquista se consiguieron gracias a la ayuda militar italiana. Mutis a la derrota fascista antes en Guadalajara. Comunica al Duce que en el asedio de Madrid han sido detenidos muchos italianos anarquistas y comunistas, a lo que este último responde que se les haga fusilar a todos: «Los muertos no cuentan la historia». El 28 de marzo de 1939 escribe que la guerra de España ha terminado y ello supone una nueva y formidable victoria del fascismo «acaso, hasta ahora, la más grande». Ciano dedica varias páginas a sus entrevistas con Serrano Suñer, ministro de Gobernación, de quien en principio se deshace en elogios, y al que comunica la aversión de Mussolini a que en España se produzca una restauración de la monarquía. En su visita de despedida, Ciano cuenta que Serrano le ha pedido que la policía haga vigilar al general de aviación Kindelán durante su estancia en Roma, a quien acusa de manejos monárquicos. Y llama a Queipo de Llano «bandido y bestia».Acuerda con Serrano: Marruecos para España y Túnez y Argelia para los italianos.
Ciano visitó España en el verano del 39 e hizo un informe cuyas páginas están en blanco en la edición de ‘Los libros de nuestro tiempo’, de 1952. Sabemos que visitó, Málaga, San Sebastián, Vitoria, Santander, Toledo y Madrid. En algún lugar he leído que en su informe comunica al Duce su asombro ante la cantidad de fusilamientos diarios.
Uno de los pasajes del diario más curiosos es el que da cuenta sobre la División Azul. Lo califica como un episodio divertido: «La División Azul de los españoles es buena. Pero indisciplinada e inquieta. Sufren el frío y quieren mujeres. A ellos la píldora antierótica, tan eficaz para los alemanes, no les produce el menor efecto. Después de muchas protestas, el mando alemán les autorizó para ir a un burdel y entregó a cada uno un preservativo. Pero llegó más tarde una contraorden; nada de contactos con mujeres polacas. Y los españoles, en señal de protesta, hincharon los preservativos y los ataron en lo alto del fusil. Y así fue como, un día, en los suburbios de Varsovia, se vieron desfilar diez mil preservativos llevados por los salidos divisionariosespañoles».

Galeazzo Ciano y España
19/12/2021
Actualizado a
19/12/2021
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