Como movimiento popular, la manifestación en León del 15-N me evoca, ‘mutatis mutandis’, una de las tragicomedias de Lope de Vega, ‘Fuenteovejuna’. Además, por darse otra circunstancia, la de cumplirse este año los cuatrocientos de su redacción, pues en 1618 aparece mencionada en la segunda lista del ‘Peregrino en su patria’.
Aunque no muy esclarecido históricamente, el argumento está centrado en tiempo de los Reyes Católicos, cuando los moradores del pueblo cordobés de Fuente Ovejuna se fundieron en uno solo para matar a pedradas al Comendador mayor de Calatrava, una especie de tiranuelo rural, por los muchos agravios y abusos recibidos. Aunque fueron enviados jueces, que mandaron atormentar a muchos hombres y mujeres, no pudieron sacar confesión que no fuese: «Fuente Ovejuna lo hizo». Vemos, pues, un drama de contenido social con protagonismo colectivo de todo un pueblo contra el abuso de poder. Y de respuesta unánime «todos a una» a la pregunta sobre la comisión del crimen; como en el caso del «yo soy Espartaco» en boca de todos los esclavos rebeldes derrotados por Roma.
Pese a que Menéndez Pelayo veía en esta obra, «la orgía de la venganza popular», es evidente que en ‘Fuenteovejuna’ no hay un golpe revolucionario, pues los labradores del pueblo cordobés no se alzan contra el Comendador por razones laborales, de explotación o de injusticia social. Una motivación económica ‘sensu stricto’ no encaja en 1613. Lope quiso escribir una comedia, no un tratado político, aunque, por contra, a juicio de otros críticos, la obra no se salvaría por su valor artístico, sino por lo que importa a la historia de las ideas y de los sentimientos. Otros ven en esta pieza teatral la exaltación de una monarquía absoluta vencedora sobre una aristocracia trepa y presuntuosa. Y otros a un Lope a caballo entre la defensa del absolutismo regio y la simpatía hacia el pueblo.
En definitiva, al igual que otras piezas lopescas, en ‘Fuenteovejuna’ se percibe lo ‘popular’ pero no lo ‘democrático’. Lo primero resulta cierto por cuanto reposa sobre una idea de la sociedad concebida como ‘pueblo’. El jornalero admira e imita la dignidad del amo; éste aspira a parecer hidalgo; y el noble ve en el rey el canon de lo perfecto. La suma de los distintos estamentos es la que forma el pueblo. La comedia resulta así ‘popular’ por la conciencia de que todos sus personajes ocupen un lugar justo y preciso en la máquina de toda la nación.
Pero si hay un cierto ‘populismo’ en el teatro de Lope, no quiere ello decir que sea ‘democrático’. Todo para el pueblo pero sin el pueblo. Pero la democracia se basa en una idea de igualdad, que falta por completo en su obra. No se propugna la «nivelación», sino la «ascensión». En la reacción popular que mata a comendadores se ha querido ver el germen de subversión revolucionaria, representándose muchas veces con esa intencionalidad política. Se explica así que los soviéticos fuesen quienes más y primero dieran un sentido heroico revolucionario a la obra. Pero eso no iba con Lope. Porque la rebelión del pueblo cordobés no es para destruir el orden vigente, sino para recomponerlo. El orden había sido alterado porque el rey o los nobles habían abdicado de su misión. De ahí que toda una aldea pueda, en un momento dado, asumir la autoridad plena del cuerpo social para defender a éste del abandono. La manifestación en León del 15-N está todavía lejos de una serio y multitudinario movimiento reivindicativo de «todos a una», como en ‘Fuenteovejuna’; en el mejor de los casos, un tenue e incipiente paso.

Fuenteovejuna
25/11/2018
Actualizado a
12/09/2019
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