Poneos ahí, en fila», sisea. Seis niños de distintas edades, todos rubios, se colocan de menor a mayor sobre el suelo de mármol. El padre, un tipo alto, ataviado con chaleco verde acolchado y mocasines, les obliga a correrse un poco hacia la izquierda, donde más brilla el suelo. De pronto aparece el guarda de seguridad y se interpone entre ellos y el móvil. «Fotos, no». El grupo de disgrega con cara de desilusión. Han perdido la oportunidad de hacer la foto ahí. Ahí donde Franco estuvo enterrado.
Visito el Valle de los Caídos. Está nublado, y los 150 metros de cruz parecen un presagio del fin de los tiempos. Todo aquí está diseñado para hacerte sentir miserable, para infundir temor. Las proporciones son inmensas. La plaza frente a la basílica, hecha para que desfilen ejércitos; la basílica, un túnel excavado en la montaña, 260 metros de largo, 40 de alto. La figura inquietante del arcángel San Uriel, quien presenta a Dios las almas de los caídos, de Juan de Ávalos; la cara cubierta por una capucha, los brazos en alto. La tétrica iluminación. Creo que es la iglesia menos cristiana que he visto. Es una iglesia de poder y de terror. Le pregunto a un funcionario dónde se encuentran las tumbas de los soldados de la guerra. Digo soldados porque no sé cómo llamarlos. ¿Caídos? ¿víctimas? Me dice que vaya a la entrada, que hay una cabina de información. Recorro el camino hasta la entrada. Para pasar a información hay que atravesar un control. El guardia me dice que, si no es mucha información, me la da él. Mientras, miro para la cabina, casi oculta en una esquina. Le digo que quiero informarme. La señorita de la cabina me examina con desconfianza. ¿Dónde están las sepulturas de los soldados? «Gran parte eran civiles, no soldados». Ya, pero ¿dónde están? Me saca un mapa y me señala a regañadientes las capillas en los laterales del corredor. «Detrás de las capillas hay unas estancias de muchos metros de altura donde están enterrados». ¿Hay algún lugar dónde se puedan ver sus nombres? «De los casi 40.000, solo hay 21.000 reconocidos. Si quiere buscar a algún familiar, llame a Patrimonio». Se acabó la conversación. Me cierra la ventanilla en las narices.
¿Qué se debe hacer con el Valle de los Caídos? No podemos dejar que se convierta en una ruina porque hay 33.833 muertos ahí. Muertos de ambos bandos que merecen respeto. Pero tampoco puede quedarse como está. Necesita una explicación. Necesita una lista de los nombres ahí enterrados. Necesita que se cuente su historia. Y necesita que se cuente la historia de la Guerra Civil. Quizá sería el lugar adecuado para colocar un museo sobre la Guerra... o, no sé, alquilarlo para rodajes de series apocalípticas estilo Juego de Tronos.

Franco ya no estaba ahí
15/11/2019
Actualizado a
15/11/2019
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