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Frágil, aquí viaja un ser vivo

13/02/2023
 Actualizado a 13/02/2023
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La miro y pienso en si tendrá miedo. Seguro que sí. Me gustaría preguntarle si sabe dónde está, si se asusta por las mañanas cuando se despierta y si tiembla por las noches cuando le bajo la persiana.

Al acercarme demasiado parece empequeñecer. Se encoge para que no la vea, para que me aparte, para que la deje en paz. En esos momentos parece aún más fea. Y ellos que me dijeron que sería bonita, fuerte y decidida. Sin miedo a los cambios. Entonces llegó y creí que se habían equivocado, que no era ella. No podía estar tan apagada y mustia. Con heridas por todo el cuerpo.

A pesar de todo, la miro con curiosidad por las mañanas antes de ir al trabajo, cuando vuelvo a comer, justo antes de marcharme de nuevo y, al fin, al regresar de anochecido. Ahora sí, desgastadas las dos.

La trajeron encerrada, a oscuras y entre mareos, con la pequeña caja envuelta en cinta adhesiva y un rótulo. «Frágil, aquí viaja un ser vivo». Me dio envidia, yo quiero que me arropen en celofán y me entreguen a los otros con la advertencia de tratarme con cuidado. Que respiro y que casco fácil.

No dará flores, y eso está bien porque yo tampoco. Seguro que echa de menos a los que encontraba cuando abría el ojo con los primeros rayos. No los volverá a ver, no sabrá si fueron arrancados, si se los llevaron o si se quedaron allí, en casa, guardianes del recuerdo hasta acostumbrarse a su ausencia y olvidarla también.Ahora la reciben un techo blanco, una ventana, el animal bípedo.

Pensé en devolverla, en abandonarla, en matarla. Dejarla encima de un contenedor y ver quién se la lleva antes, el frío o un vecino. Pero la lavé y le di de comer y le busqué un rincón hermoso en el que, quizá, algún día despierte y haya dejado de sentir la extrañeza de las primeras veces.
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