Hay en León un territorio de resistencia que llaman de los Artistas porque allí se congregan soñadores prodigio que buscan, autodesterrados hijos de Eva, recuperar la esencia del ser humano, inspiradora del genio creativo. En el barrio del Crucero donde yo trabajo. Donde la Sal y la Vega se hermanan para dar fruto en abundancia; el que rezuma de lo diverso.
Y está al otro lado del río, en la que llaman pedanía de Armunia, aunque quizá debieran rebautizarla como Armonía, porque la ‘u’ quiso unir sus brazos para acoger mosaico de culturas y esperanzas. Como las que traen las personas solicitantes de asilo en su maleta de sueños, que desde distintos lugares del orbe, peregrinaron a este arrabal de azúcar olvidado, cofradía de perdones e indultos, y palacio de pandemias y exposiciones, buscando un cobijo. Porque no había sitio para ellos en la posada de sus hogares, por causa de dientes misiles o bigotes intolerantes.
En el escenario de esos espacios creativos, llamado «La Futura», impulsado por María Casares, David Tornadijo, Manuel Alonso y Esther D. Jové, el pequeño actor Lyam Mendoza emociona con sus palabras: «la verdadera magia no está en el lugar al que vas, sino en la gente con la que se comparte el camino». Mensaje de la comedia migrante escrita y dirigida por Ányubert Velásquez, refugiado venezolano, titulada ‘Un billete para cuatro sueños’, junto a un elenco de amigos, integrantes de la Compañía ‘Fuerza Latina’, que se conocieron en La Fontana, Centro de Protección Internacional (PPI) perteneciente a la Obra de Solidaridad Internacional de San Juan de Dios, que lleva acogidas solo en este año más de 173 personas y desde su inicio hace tres años, 18 nacionalidades diferentes. Además de apoyar su inserción social y laboral y acompañar la resolución de la situación legal de cada persona que solicite ayuda , el programa tiene un fin clave: abrir La Fontana al barrio y a la ciudad tejiendo redes.
Porque es abriendo puertas, construyendo puentes, como decía el Papa Francisco, como se derriban muros, y se tumban las barreras. Y con humor, como el que muestran los que dieron vida al proyecto tras un paseo por las calles del barrio y el talento de Ányubert creó al optimista Álex, a la realista Sofía, y a Mario, amante de la comida y, cómo no, a Leo , el soñador. Aunque son los cuatro los que anhelan, interpretados por Adrián, William y Willian, Claudiana, Vladislav, Basil, y otros que llegaron y vendrán, en espera de un permiso de trabajo para ser libres.
Y en esa Fontana, apareció Ángela Blanco, dinamizadora sociocomunitaria , para crear un refugio creativo, y un programa de residencias artísticas que ya va por su segunda edición.
Artistas unidos que claman desde la solidaridad, fuente de la que ya habló el poeta San Juan de la Cruz: «qué bien se yo, la fonte, que mana y corre…aunque es de noche».