marfte-redondo-2.jpg

Flor de un día

09/12/2023
 Actualizado a 09/12/2023
Guardar

Una buena idea parece que el Colegio de La Anunciata haya impulsado esta iniciativa navideña de felicitar la Navidad al comercio del Barrio.

Supone acordarse de un sector –el de proximidad– azotado por el imperialismo de la red que fagocita al pequeño.

La comunidad educativa del centro apuesta por el valor de la sensibilidad ante un colectivo, el de los pequeños comerciantes, muy azotado por la revolución tecnológica. 

Lo cierto es que nos hemos vuelto sedientos de instantaneidad, y consumidos por la saciedad, nos dejamos seducir por el click que todo lo arregla.

El brillo de los oropeles del «ya lo tengo» que nos facilita la vida malogrando las de otros.

Como para dejar algo a la lenta cocción entregándonos al sosiego de la gota que colma el vaso. El vaso ya viene saciado de fábrica, así que para qué hacer el esfuerzo de soportar la espera. La artesanía del fuego lento no parece estar muy de moda. Y la paciencia no es virtud que se precie en estos tiempos de obsolescencia programada no solo en los objetos, sino en las personas. Lo viejo se descarta, por feo o inútil. Es preferible aparcarlo, salvo en periodo electoral.

Todo lo que sea esperar no vende. 

Como para quedarse ensimismado mirando el cuajar de las estrellas en las noches de cielo raso. ¿Pararse a contemplar?¿A ver si se va a convertir en hábito o costumbre? 

El que piensa decide, y a lo mejor esa decisión no es la que conviene al que el poder detenta. 

El pensador, además, corre el riesgo de recibir los codazos del que está esperando a que el otro se quite para hacerse la foto que poner en cualquier red social que se precie. 

Fotos que son flores de un día, como esas poinsettias que nos obstinamos en perpetuar más allá de la Navidad.

Flor de un día, como los buenos propósitos del jugador enfermizo que ganó al poker o tuvo un golpe de suerte en el casino y que acaso haya salido de algún apuro o pueda comprarle el regalo de Navidad a su chica.

Su chica, que tal vea sea una chica de arrabal, como la que suscribe esta columna.

Será por eso que admiro a los pertinaces que luchan por mantener vivo el espíritu de barrio y se obstinan en asegurar que los vecinos tengan donde remendar la suela diezmada, el ferretero que se resiste a dejarte sin la copia de la llave que perdiste o el librero que mantiene viva la llama de la cultura.

Así que bravo por esos escolares que se acuerdan de las tiendas cuyos escaparates les salen al paso cuando van de camino al cole.

Una flor para cada uno de ellos y ellas, y para los y las profes que los impulsan, flores que duren, a ser posible, más de un día.

Lo más leído