La Feria del Libro de Madrid se acerca y la temporada de presentaciones de libros alcanza su cenit. Presentar un libro es un género en sí mismo. Hay que leérselo con un lápiz, meditar, elaborar una tesis y un cuestionario, y plantarte frente a un pequeño auditorio y hacer que todo fluya. Eso el presentador, pero luego está el autor presentado. El que sufre. Yo recuerdo con tensión –y emoción– las presentaciones de mis novelas. Y recuerdo una en especial en La Bañeza. Al final, cuando se abrió el turno de preguntas, la primera mano que se levantó fue la de mi padre. Es difícil explicar lo que sentí en ese momento. Como si tu profesor favorito del instituto, al que admirabas y temías en la misma proporción, es decir, sin mesura, se sentara en la primera fila de una conferencia que estás dando en torno a una materia sobre la que dudas y te hiciera una pregunta. Le concedí la palabra. Se puso en pie al tiempo que se giraba hacia la concurrencia (no hacia mí). Y dijo: «Yo tenía una pregunta preparada, pero la excelente presentación la ha contestado. Sin embargo, he de añadir algo: mi hija es ante todo una filoterrorista».
Se hizo un silencio sepulcral. Las señoras de las primeras filas se abanicaron con mayor frenesí. Entonces mi padre rectificó: «Filotelurista o filotelúrica. Del griego Philos, amigo, y del latín, Tellus, Tierra. Amante de la tierra, eso es». Fui incapaz de seguir el hilo porque me daba pavor lo siguiente que dijera.
Es fascinante y terrorífico escuchar lo que la gente dice sobre ti en público. Cuando presentas tu libro, crees que el presentador va a hablar un poco de la obra y después tú sueltas cuatro cosinas y ya está, aséptico y profesional. Pero hay presentadores que se lo toman muy en serio y te ponen en aprietos. Antonio Colinas en una ocasión empezó diciendo: «¿Qué ocultan los silencios de Marta? Me refiero a que los que la conocemos observamos cómo en nuestras conversaciones, de repente, ella calla...». Al escucharlo palidecí y enrojecí, todo a la vez. Y automáticamente me vino a la cabeza ese verso: «Me gustas cuando callas porque estás como ausente». Un verso que nunca me ha gustado, siempre imagino a un amante déspota, quien, convencido de que su novia es tonta, piensa, ‘Anda, rica, mejor callada’.
Había demasiada verdad en lo que Colinas contó sobre mí y mi novela. Pero supongo que en eso consiste la literatura: en darlo todo sin pudor. Así que lancémonos alegremente al género de las presentaciones impúdicas.

Filoterrorismo o presentaciones impúdicas
04/05/2018
Actualizado a
12/09/2019
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