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Fictosexualidad, inmaterialismo y otros vientos

13/12/2023
 Actualizado a 13/12/2023
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Las relaciones suelen actuar como espejos que nos devuelven datos desconocidos de nosotros mismos, luces y sombras que idealmente nos empujan a transformarnos y a crecer. Por otra parte, la forma de relacionarnos es reflejo de la sociedad en la que vivimos y de los sistemas filosóficos que la alimentan. Esto viene a colación de los modelos de pareja que apenas están surgiendo y que anuncian una generación que se relacionará con hologramas, avatares, robots y personajes ficticios. La frontera entre satisfacción personal y amor parece desdibujarse, retándonos a revisar conceptos clásicos.

Un buen ejemplo es el de la artista catalana Alicia Framis, que se casará este verano con ‘AILex’, un holograma cuyos patrones de personalidad están basados en exparejas románticas. La prometida, además, está colaborando con Rabobank Art Collection, planteando un nuevo programa para solicitar una hipoteca y adquirir pareja. En este caso la financiación vendría junto con una casa que se adaptaría a las necesidades del compañero holográfico y de un ser humano, así como con un seguro de vida para hologramas.

Las empresas ya se preparan para aprovechar este mercado. En los últimos años se han multiplicado las webs que ofrecen ‘novio virtual’ y en Tokio los fans de los personajes de anime pueden comprar cartas de amor, reproducciones de su ropa e incluso perfumes que los evocan.

Como ven, todo respira un aire consumista que en principio se aleja del concepto de amor que perfilaron Aristóteles o Nietzsche. El filósofo Ortega y Gasset define el amor en contraposición al deseo, como una fuerza que no busca poseer y que obliga al que ama a salir de sí mismo en un gesto de generosidad hacia el ser amado. Estos conceptos desprovistos de sentimientos egoístas y utilitarios, quedan obsoletos cuando el amado es un objeto de consumo que, además, puede ser ‘apagado’ en caso de insatisfacción del cliente. Otro asunto éste que, de confirmarse la tendencia, imagino que será normado. 

En todo caso, puede que personajes como ‘AILex’ no equivalgan a un hombre de carne y hueso, y se me ocurren dos motivos básicos: la falta de contacto físico y el hecho de que sus patrones se basen en información del pasado. No obstante, cabe preguntarse si el contacto físico de muchas parejas no será igual de pobre que su intercambio intelectual, siendo esto último lo que una IA podría ofrecer con excelencia.  
Quizá sea la soledad, la exigencia de una perfección imposible de cumplir por otro ser humano, la nostalgia de un ser querido, o simplemente el hartazgo de las relaciones de usar y tirar, lo que late bajo esta nueva corriente.

El caso es que este fenómeno nos insta a repensar nuestra definición de lo que llamamos amor y también el concepto que tenemos de las cosas del mundo, de lo que consideramos materia y espíritu. Si hasta ahora la mayoría de la gente entendía como espíritu el pensamiento, las ideas y la conciencia en contraposición al ser como materia, naturaleza, tierra, a día de hoy la frontera entre ellos y la relación entre el pensamiento (como voluntad) y el poder (como lo posible) se está desdibujando y plantea un horizonte filosófico nuevo y lleno de posibilidades. 

A tenor de esto me vino a la mente el recuerdo de Berkeley. Su sistema filosófico tenía como finalidad la destrucción del materialismo. Él decía: las cosas existen (no negaba su naturaleza y su existencia) pero solo existen en forma de sensaciones que nos las hacen conocer. Si nuestras sensaciones y los objetos no son más que una sola y misma cosa, nuestros seres amados existen, pero en nosotros. La materia es lo que nuestras percepciones nos dan. Parece que caminamos hacia un inmaterialismo rabioso y hacia la deconstrucción de algunos conceptos básicos aceptados a día de hoy en occidente. Desvarío u oportunidad, todo depende de cómo lo contemplemos. Por cierto, los sentimientos que inspiran esos personajes no se denominan amor y ya tienen un término propio:  ‘MOE’.

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