El fango era esto, presidente. Me gustaría pensar que pisarlo con sus propios pies le ha servido para ver que el fango de verdad era esto y no el barro dialéctico en el que usted y sus contrincantes han convertido estos años la cosa pública y en el que les encanta retozar sin mancharse los mocasines.
Pero he perdido toda esperanza en ustedes, porque hace mucho tiempo que dejaron de estar a la altura de la inmensa mayoría de las personas a las que pastorean cada día desde sus cómodos sillones, tal y como hemos comprobado estos días en tierras levantinas.
La riada de solidaridad se está llevando por delante los efectos de la riada de agua y fango pese a que, desgraciadamente, más de doscientos hombres y mujeres ya no están aquí para verlo. Y todo volverá a ir bien a pesar de ustedes, que siguen con un ojo en los telediarios o las redes sociales y el otro en el contador de votos.
Se llenan la bocona de democracia, pero en realidad quieren recuperar la esencia del despotismo ilustrado: todo para el pueblo, pero sin el pueblo. Y quizá funcionara allá por el siglo XVIII, pero ahora corren el riesgo de que el pueblo les deje con las vergüenzas al aire, que es lo que acaba de ocurrir tras la mayor catástrofe climática de la historia de esta nuestra vieja y maltrecha piel de toro.
Sin embargo, el problema es la fragilidad de nuestra memoria. Decían que de la pandemia saldríamos más fuertes y aprenderíamos muchas cosas, pero en realidad somos cada vez más enclenques e ignorantes por mucho que tratemos de sentar cátedra cuando escribimos un tuit para reafirmarnos en nuestras convicciones sin escuchar las de los demás y tragando algún que otro bulo.
Y pasará igual cuando los afectados por la gota fría vuelvan a sus vidas. No habremos aprendido nada y olvidaremos la negligencia autonómica ante las alertas y los vanos intentos de taparla para evitar que Mazón sea un cadáver político. Y olvidaremos la ignominia estatal con ayudas «urgentes» siete días después de la tragedia y jugando al regate corto con los medios para atajarla. Si necesitan más, que los pidan, que ya si eso les hago el favor y se los mando. Vomitivo, sobre todo al recordar el «qué coño tiene que pasar» que le espetó Sánchez al inane Mariano tras la riada del Ebro en 2015.
Se pelean por quién tiene la competencia, pero no por quién tiene la incompetencia, porque es común a todos ellos. Saben que encarnan un sistema ineficaz y mastodóntico que funciona con torpeza cada día, aunque sólo nos demos cuenta ante una desgracia. Y si no valen para esto, no valen para nada. Cambien y busquen sin descanso la eficacia en su gestión. Tengan claro que el fango era lo que les tiraron a la cara el otro día, no el contenido de sus polarizadores discursos. Y si no han caído aún de la burra, pueden fijarse en Óscar Puente. Me he tenido que frotar los ojos, porque suele retozar en el barro dialéctico con maestría, pero estos días ha sabido ver que lo primero es lo primero y ha reaccionado con agilidad y responsabilidad. Y tiene razón, lo primero es lo primero, pero ojalá siga así y en el futuro se acuerde mucho más de León y de sus proyectos para tratar de paliar nuestra particular catástrofe demográfica.