El otro día vi el anuncio de la lotería de navidad que filmó Amenabar. Sé que en estas fechas se dan mucho más que en resto del año las ñoñerías, los dulces hasta arriba de azúcar y los buenos deseos que, por desgracia, se dicen con la boca pequeña. Por eso, porque tiene todos estos tics, el famoso anuncio no me gustó ni un pelo. ¡Y mira que uno es de Amenabar hasta las trancas!, pero aquí recorre un camino muy manido y transitado hasta hacer que el anuncio sea cargante. Y la chica, la extraterrestre, guapa como ella sola, la verdad, pero en esto de chicas extraterrestres que están como un queso, uno no puede por menos que compararlas con Kim Basinger, que también interpretó ese papel, y, ¡claro!, pierden todas. Llamadme raro por estar platónicamente enamorado de la señora que protagonizó ‘Nunca digas nunca jamás’, ‘Nueve semanas y media’ o ‘LA Confidencial’; o el anuncio de Freixenet, que mira que no me gusta nada el cava, pero aquel año me mamé como un piojo con ese brebaje por no hacerla un feo.
Lo que tampoco comprendo es el afán de adelantarse a las cosas que tienen su tiempo. En el Eclesiastés ya se decía: «Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora: Tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de sembrar y tiempo de arrancar lo plantado»... Por eso no me entra en la cabeza que adelantemos la Navidad, que llegará puntual como todos los años, un mes o más. Porque la Navidad, en España, no empieza el 24, Nochebuena, sino el 22, el día de la lotería. Ese día es el pistoletazo de salida que todos esperamos como agua de mayo para juntarnos con nuestra familia, la dispersa y la cercana, para cocinar a marchas forzadas unas cenas y unas comidas pantagruélicas, exageradas, para estar con los colegas que no ves desde el verano, para, como entonces, socializar la convivencia. Y si te ha tocado la lotería, aunque sólo sea la pedrea, es la mejor manera de comenzarla. Pero ahora, en estos tiempos dominados por la inmediatez, por el «¡lo quiero ya!», todo se desbarata. Empezamos comprando los décimos en verano, en el pueblo donde vamos de vacaciones, que, en fin, es esta época de Internet es un completo anacronismo, puesto que puedes comprarlo desde casa en cualquier otro momento; luego se encienden las luces de las calles en la tercera semana de noviembre; luego te pones a comprar como un poseso en el viernes negro; luego las cenas de empresa y alguna con los amigos, que van desde la dicha semana de noviembre hasta fin de año...; y llegas a la conclusión de que lo único que quieren los que nos mandan, es que gastes el dinero, que tanto trabajo te cuesta ganar, como un loco, como si no hubiera un mañana, como si hubiese llegado ya el tiempo de morir. Porque la fiesta de la Navidad a degenerado en una mera fiesta consumista, en una compulsiva fiesta donde parece que lo único que importa es fundir el dinero. ‘¿Crisis?, ¿what crisis?’, cantaban los Supertramp a mediados de los setenta, cuando estábamos en plena crisis del petroleo que nació dos años antes, cuando los países productores, (casi todos árabes), descubrieron el poder que tenían después de perder la guerra del ‘Yom kippur’ contra los judíos en 1973. También en aquella andábamos acojonados y protestábamos lo mismo que ahora y poníamos a parir a los que nos gobernaban por su falta de previsión, aunque algo menos, porque había que tenerlos cuadrados para hacerlo en público, no fuese que se enterase la madera de Franco, que sí que tenía mala leche y no la de hoy, que parecen unas hermanitas de la caridad. Creedme, que sé de lo que hablo, que alguna vez, (pocas), corrí delante de ellos y era lo mismo que hacerlo delante de los toros en San Fermín.
El consumismo lo invade todo, en tiempos de bonanza y en los de tribulación. Y es lógico que los ricos gasten a lo bobo, porque para eso tienen el dinero; pero es que también gastamos hasta la camisa los que no lo tenemos, y esto es algo incomprensible, o a ver si nos vamos a creer que hemos superado el último sobresalto financiero, aquel que empezó en 2008 y que, según los que mandan, acabó hace tres años. Mienten, claro está. Un país donde la mayoría de la gente, y sobre todo los jóvenes, cobra unos escasos 1000 pavos, no tengáis dudas, está jodido; pero, por lo visto, no tanto como para tirar la casa por la ventana en estas fechas tan gloriosas. Hasta nos hemos gastado más pasta en comprar más lotería de navidad que nunca, o por lo menos eso dicen los papeles. Esperemos que el ‘Gordo’ caiga aquí, que falta nos hace, y no se lo lleve a Venusuna linda extraterrestre.
Salud y anarquía.

Extraterrestre
30/11/2017
Actualizado a
13/09/2019
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