Alfredo Fuertes 3

Exhibición de jergas

17/04/2023
 Actualizado a 17/04/2023
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Mi vecina regresaba a casa atónita puesto que una amiga suya, abogada, en un farragoso escrito dirigido a un juzgado motivaba sus alegaciones, para concluir con un «suplico». (RAE: Suplicar: rogar, pedir con humildad y sumisión algo).

Considero que este tipo de «palabros» deberían actualizarse, ya que forman parte de un tiempo pasado. Además, suplico podría tener reminiscencias de creencias religiosas, genuflexas e inclinaciones de cerviz…, con olor a naftalina. Es que tan sólo le faltó decir: «De rodillas imploro». Cuando en mi opinión, y en términos democráticos, debería sustituirse por exijo, requiero o pido. Entre los leguleyos son muy conocidos los famosos «suplicos», parte conclusiva de una demanda.

Cabría recordar también a algunos galenos por su singular escritura, que nos deleitaban con sus trazos ininteligibles, a mejor gloria del pincel del gran Tapies, y menos mal que la farmacéutica los entendía. Aunque es posible que aquella forma, amanuense, tuviera mayor incertidumbre, emoción y generara más adrenalina que la plastificada y fría receta electrónica.

Lo grave fue lo que le ocurrió a Pepe que recibió en su negocio la visita de la Inspección Urbanística del Ayuntamiento de León, eso sí, seguida de un escrito con apercibimiento de sanción: «Al servicio le falta el vitrificado en sus paramentos...».

Pepe acongojado, más bien acojonado, tuvo que echar mano de un arquitecto, amigo suyo, para que le reinterpretara la norma que según el consistorio estaba conculcando. El arquitecto se lo aclaró: –Nada, Pepe, ¡tranquilo!, los técnicos del Ayuntamiento que dicen que a las paredes de tu retrete les faltan los baldosines, sí, ¡los de toda la puta vida!

Con tanta grandilocuencia podría ocurrir como aquel juez cuando vociferó en sala: –El día de autos… –mas fue interrumpido por el reo– Señoría, autos no, auto, que robé uno solo. Salud.
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