12/05/2023
 Actualizado a 12/05/2023
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No sé si se habrán dado cuenta, pero no creo yo que sea casualidad que Eurovisión este año se solape con el inicio de la campaña electoral. Puede parecer una tontería –seguramente lo es, no me lo tengan en cuenta – pero un evento y otro tienen muchas más cosas en común de lo que pueda parecer.

En cierto modo en ambos casos se trata de un concurso de popularidad, probablemente con mucho más en juego en una circunstancia que en otra... y es que no todo el mundo tiene un micrófono de cristal. En Eurovisión, como en las elecciones, casi siempre gana el que parece que va a ganar, lo que no quita para que los favoritos mantengan el gusanillo de qué pasará si no lo hacen y los que no lo son sueñen con un milagro que haga cambiar el pronóstico.

Además, a muchos les pasará el 28M, quizás hoy en el caso de los más previsores, que le pondrán cara a ‘su’ candidato, como a mí este sábado con la tal Blanca Paloma, a la que defenderé de toda crítica sin haberla escuchado jamás. Bien es cierto que en las municipales (a Mañueco le han faltado bemoles para darnos la opción a meter dos papeletas en vez de una en la urna) se vota mucho más «al paisano que al partido», pero también lo es que especialmente en las ciudades los hay que no ven más que el dibujo cuando miran a la papeleta.

En ambos eventos hay candidatos para todos los gustos. Los ‘heavys’, los chicos buenos y hasta algún Chikilicuatre. Por suerte, para votarles no hace falta llamar a ningún número, porque ante el hartazgo general con la clase política no iban a votar ni los familiares.

En fin, que tómense de la mejor manera la turra que les viene. La de Eurovision solo durará hasta el domingo, previsiblemente cerrándolo con un fracaso más. Lo de las elecciones va a ser bastante más pesado y en ese caso les adelanto ya que todos ganarán. O eso dirán.
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