08/01/2024
 Actualizado a 08/01/2024
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Finalizado al año del centenario del nacimiento de nuestro Eugenio de Nora, y comprobado el escaso interés que se le ha dispensado en su (nuestra) tierra, y ninguno en la España que él tanto amó, la conclusión que saca este cronista es que la poesía, efectivamente, no tiene nada que hacer ni en el ámbito del reconocimiento, ni el de la justicia, ni en cualesquiera otro que se quiera proponer. Y ejemplos próximos no le faltan; pero eludiremos este camino por conocer de sobras que no conduce sino a la melancolía. Nuestro Agustín Delgado solía repetir un dicho del gran alemán Goethe: «El esfuerzo no recompensado produce melancolía».

Recomendaríamos, a parte de la propia obra del cepedano, el libro ‘Eugenio de Nora, días de sueños’ de Santos Alonso, editado por Cátedra. Ahí está todo, y bien dicho está. Los recuerdos propios son una constante referencia ‘deNoriana’ por parte de don Antonio G. de Lama, cuando en aquellos años sesenta de feliz recordación, bebíamos sus enseñanzas, mientras él, el cura sabio y ateo, nos desmenuzaba a los futuros ‘Claraboyos’ los enigmas de la revista ‘Espadaña’ en la que se batieron en poesía, y en compañía de otros, Crémer, de Nora, y él. Y eran años difíciles, después de una guerra civil en los que no solo murieron miles de españoles de ambos bandos, sino también la propia poesía.

La que revivió, en los años cincuenta, ya no era tal como se la había conocido, sino que reflejaba, como no podía ser de otra manera, los dos bandos en liza: por un lado los poetas ensalzadores del triunfo de la facción mas derechista, y por el otro los (pocos) que se atrevían a proponer la necesidad de volver a liberarla de la opresión. Y, en estas, es cuando surge Espadaña. Y cuando un muchacho de la cepeda, hijo de un carpintero que se ha trasladado a la ciudad y a ido a Madrid a estudiar en la Universidad, publica con veinte años y bajo pseudónino un poemario titulado ‘Pueblo cautivo’. En el que dice: «Fui despertado a tiros de la infancia más profunda, pura, por hombres que en España se daban a la muerte».

La pugna entre la «poesía testimonial, o desarraigada» (Celaya, Crémer, Hierro) y la contraria, o nacional (García Nieto, Panero) propició que en León naciera la revista Espadaña de feliz recordación. Y León no era más que un enclave más de la ya bien arraigada España Nacional-Sindicalista, presidida por Franco, el victorioso general. León. «Oh tierra de aridez, oh aire, sin mariposas vegetales», como dice Nora en su poema ‘Si ahora’. ‘Cantos del destino’ título de su libro de 1946.

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