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La eterna tractorada

03/04/2024
 Actualizado a 03/04/2024
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¿Cómo se puede ser tan frívolo, políticamente hablando, como para contemplar como el campo se derrumba a nuestros ojos, con heridas casi insalvables, debido a una política atrabiliaria e inconsecuente, que atosiga al agricultor y al ganadero, debido principalmente a una agenda climática y ecológica extremista, radical e inconsecuente, postureada y pastoreada por los principales partidos de la cámara bruselense y la anuencia de todos los gobiernos comunitarios?

¿Hasta cuándo la maquinaria pesada europea va a permitir que se pongan en tela de juicio los valores de las democracias?

¿Hasta cuándo se va a dejar de hacer la ola a los embaucadores que muestran sus incisivos y caninos antidemocráticos para atacar el patio trasero de la democracia europea por medio de injerencias extranjeras lejanas?

¿Quién o quiénes están detrás de esta oleada de intereses espúreos que promocionan las invasiones de migrantes sin control estimulados por mafias que pertenecen a negocios muy prósperos ,que tienen como objetivo principal negociar con los afanes, necesidades y sentimientos de los seres humanos explotados por los gobiernos miembros de origen, donde habitan ,y que no le dan las oportunidades e desarrollo que sus vidas necesitan? ¿ A dónde va a parar el dinero generoso para el desarrollo de esos países?

¿No sería necesario que nos esforzáramos todos a que tales conductas fueran examinadas y ampliamente juzgadas por un tribunal internacional que ,de una vez por todas ,cortara esta sangría que tanto afecta a jóvenes, familias y niños de las zonas deprimidas?

Centrándonos en nuestros esforzados y maltratados agricultores, ganaderos y pescadores, sector primario, sector importante, necesario y vital para rodos, diremos que las políticas llevadas a cabo por la UE han sido un fracaso total y la agenda 2030 y sus defensores, especialmente los ecologistas ultras, han llevado las políticas eco climáticas a un callejón que directamente conduce al precipicio, al imponer unos plazos de ampliación de medidas restrictivas sin antes ordenar, planificar y considerar la actividad de forma práctica para que los interesados tuvieran un apoyo, asesoramiento, financiación y flexibilidad en las normas, actuando como si los autónomos agrarios fueran unos potentados y los activistas ecológicos los magos que iban a solucionar los problemas del planeta.

Algún ministrillo se permitió el lujo de achacar el cambio climático al exceso de ‘gases’ de origen intestinal vacuno, otros se pusieron puritanos con fumar puros y se les sorprendió haciéndolo ellos a los postres en restaurantes de lujo, otros se metieron con el automóvil de combustión, y, los pelotudos, se abrazaron al automóvil eléctrico cuando se está demostrado que será un problema el reciclaje de las famosas pilas de litio y materiales raros ,así como el consumo eléctrico para su recarga,y todo por no esperar a la solución de otros motores que no necesitarán tanto derroche eléctrico.

Algún inocente muchacho manifestó en ámbitos familiares, con ingenuidad no exenta de intencionalidad, aquello de : ¡Oyé, papá, dime por favor, por qué todo el mundo habla de la contaminación hasta de los cigarrillos y nadie dice nada de la contaminación de los aviones o de los políticos que se agolpan en reuniones, como el foro de Davos, con sus aviones en los aeropuertos? o, no te parece papá, que los volcanes contaminan más que todo lo que nos dicen que tiramos nosotros a la atmósfera?

La solución no está en estas agendas ideológicas impuestas que provocan pobreza, hambre, restricciones sin cuento, sino en que los que se encargan de la ‘salud del planeta’ logren un consenso de todos para que el respeto a las normas del cuidado planetario, sea obligatorio para todos y que se observen las mismas reglas en todos los ámbitos. Mientras no se logre esto, las posturitas europeístas no lograrán sus objetivos y sí, en cambio, provocarán la irritación y el empobrecimiento de los trabajadores del campo y de los consumidores. Quizás sea esto lo que pretenden ciertos grupos.

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