«Esto es por tu bien»

24/08/2023
 Actualizado a 24/08/2023
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Memoria y empatía son quizá dos de los valores más valiosos del ser humano. Esa capacidad de sentir cerca a quienes han traspasado barreras y cambiado los moldes que conforman la sociedad a costa de su propio sufrimiento. Memoria y empatía que, juntas, provocan lágrimas de reconocimiento sentido. El otro día, por fin, pude ver ‘Te estoy amando locamente’, cinta de Alejandro Marín inspirada en el movimiento LGTBI sevillano de la Transición. Una película profundamente humana y muy política, que deja claro de dónde venimos y  adonde no queremos volver. Porque venimos de la calle, del gueto, de los años de vagos y maleantes y de los momentos de inseguridad y cárcel ante la mínima muestra pública de identidad. Pero es que además, venimos del catolicismo más rancio – recuerden que era noticia que el actual Papa dijese por fin ante el mundo que esto no es una enfermedad – y la ciencia más enfermiza. Si algo impacta especialmente en esta historia es el momento en que el joven protagonista de 17 años es llevado por su propia madre a una silla médica donde le atacan con calambrazos mientras él observa imágenes eróticas. Una escena – perdón, spoiler – que sirve para que la madre diga basta y cambie radicalmente de postura, haciendo que te pases el resto de la película  pensando en que quieres abrazar a esa madre, que sólo es una víctima más del sistema que le grita que tiene «la culpa» de «haber criado a un maricón». Ese momento, engrandecido por algo que ocurre después que convierte a esta mujer en un icono pop queer que quedará para la historia del cine, revela que la homofobia que muestra hacia su hijo en el principio, sólo es miedo al qué dirán, al no tener un trabajo, a que su hijo acabe en el cuartel con el cartelito de «un maricón más». Esto también es memoria histórica porque, aunque ya son muchos años en los que quedó atrás esa práctica médica antinatural, medieval, corrosiva y vomitiva, las reminiscencias – siempre ligadas al machismo – no desaparecen. Basta con buscar algún profesor, que los hay, o algún sacerdote, que también, que siguen con discreción intentando convencer a los jóvenes en una edad de confusión que tienen malos sentimientos. «Es por tu bien», te dicen, y convencidos.

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