Debo de andar acazurrándome. Mas, después de haber leído lo mucho que sobre el significado del término ‘cazurro’ explica el historiador y divulgador leonés Ricardo Chao en su blog ‘Corazón de León’, me da que debo de estar haciéndolo por lo académico. Es decir, que de las acepciones que da la RAE en su diccionario, con la que más me identifico es con la tercera, que dice: «torpe, lento en comprender», lo que no me impide ni exime de, a veces, ser y mostrarme cual lo muestra esa otra acepción empleada en estos leones de «cabezón, terco, obstinado».
¿Qué me ha hecho suponer tal sensación de transformación? Pues muy sencillo: actos o decisiones de nuestro, siempre parcamente ponderado, ayuntamiento. ¿Un ejemplo? El feo hecho, al retirarlo de nuestro nomenclátor callejero, al insigne don Lope de Vega Carpio, hombre consensual, por ser padre por lo laico y por lo eclesiástico, y prolífico en todos los órdenes que, para el adjetivador vocablo, establece el mayor saber y mejor entender de nuestra Real Academia. Y no es que nada tenga contra cofradía alguna y aún menos contra la santa semana que a tanto propio y extraño atrae y tantos dineros a la ciudad o, mejor, a algunas industrias reporta. Mas, aun así, cómo se puede tratar de forma tan así así la memoria de quien fue sucesivo, si no continuo arrepentimiento, cuando alcalde, ediles y cofrades, a buen seguro, conocerán y tendrán presente en sus rectos corazones que «arrepentidos los quiere dios». Aunque quizá mi incomprensión venga de que, al menos en corporaciones públicas, y más de izquierdas, uno prefiera que no se mezclen –ya bastante lo hizo el inmovilista movimiento y hoy lo hacen sus herederos– más dioses ni fes, cosas privadas, con lo público o concerniente al Estado en cualquier orden, que mejor va por lo laico o, en lenguaje constitucional, por lo aconfesional; como parte creciente de la sociedad civil.
Otra cuestión que me cuesta entender es la de la limpieza urbana competencia del mismo, siempre parcamente ponderado, ayuntamiento. Mas, como ya voy apurado de caracteres, que no de carácter, mejor dejarla para semana venidera, pues, siendo importante y larga, no quisiera dejar datos en el teclado.
Y sí, bien sé en qué sangrienta y despiadada fecha escribo. Mas, también bien sé que no debe tenerse tal terrorífico atentado por justificación del posterior genocidio. Por eso repetiré algo que reiteradamente he dicho: si queremos seguir considerándonos humanos, hay que parar la guerra. ¡Ni terrorismo ni genocidio!
¡Salud!, y buena semana hagamos.