Si os ponéis a pensarlo, esto es un sin dios. La que se está montando con lo de la ley ‘Trans’ es de aurora boreal y parece que las doñas, de uno u otro pensamiento, no se van a poner de acuerdo ni cuando las ranas críen pelo.
Hace menos de un mes, en la Universidad de Portland, Oregón, faltó poco para que linchasen a una conferenciante que se atrevió a decir que las mujeres son más bajas que los hombres, de promedio, claro. Y da igual el país o la raza que se investigue: son más bajas. Lo de «fascista» fue el más suave de los insultos que tuvo que soportar. Incluso, algún exaltado se acercó a ella con la sana intención de darla cuatro hostias, de las que se libró de milagro. Los, (y las), ofendidos era todos miembros de esa secta demoníaca que se define como ‘queer’. Portland es el edén para esta gente. Hace años boicotearon un bar que servía ‘quesadillas’, ‘tacos’ y ‘fajitas’ porque estaba regentado por un blanco, en vez de por un mexicano, que eso es una usurpación, una apropiación indebida, etc, etc. ¿Es que esta panda de iluminados nunca oyó en su vida la palabra ‘mestizaje’?, ¿o es que no sabe su significado? A lo mejor es, sencillamente, que son racistas y supremacistas de manual y no lo quieren reconocer.
Ellos opinan que todos somos iguales, cuando no es cierto, empíricamente hablando. Se conoce que no leyeron nunca a Orwell y su maravillosa ‘Rebelión en la granja’ y sus mandamientos inmutables colgados en la puerta del granero. El primero decía que «todos los animales somos iguales»; con el tiempo, una mano fantasmal añadió: «pero unos más iguales que otros».
Negar lo obvio es infantil y estúpido, aunque es lo que se está haciendo en este mundo desde hace dos décadas o así. Evidentemente, yo no soy igual que un negro, porque no tengo, ni de lejos, su instrumental para hacer disfrutar a las contrarias. Eso, desgraciadamente, si que es una desigualdad dolorosa; si no queréis alcanzar mi desesperación, no veáis ningún tipo de porno ni tengáis un amigo de ese color con el que hagáis una cama redonda, porque la humillación que sentiréis será como un puñal clavado en el pecho el resto de vuestra vida. Sé de lo que hablo...
En un mundo que se está yendo a tomar por el culo, (literal), es poco inteligente preocuparse de estas simplezas. Lo malo es que han llegado hasta España, esta España mía, esta España nuestra, y campan por sus universidades, por sus parlamentos, por sus tertulias de apesebrados, confundiendo todo, mezclando cosas que no se deberían mezclar. Un país que perdió durante la pandemia 150.000 compatriotas, que ha padecido este verano una tasa de fallecimientos inusual y a la que no se a conseguido dar una explicación, en el que muchos de sus habitantes las pasan putas para llegar a fin de mes, (ya sabéis: el precio de la gasolina, de la luz, del gas, del aceite, de los huevos, del pan, etc, etc), que tiene una deuda pública que pagarán, con mucha suerte, mis nietos, está que no vive porque el Gobierno no aprueba una ley Trans...
A ver, uno sabe que, para algunos, es muy importante. Pero también sabe que el Gobierno debería ocuparse en solucionar, (o intentarlo), los problemas de la mayoría y que, cuándo estos estuvieran arreglados, se ocupase de los de las minorías. Dedicar un sólo euro, con la que está cayendo, a algo que no sea bajar la luz, el gas o la cesta de la compra, debería ser considerado un comportamiento criminal.
Además, y tal como se redactó en el primer ante-proyecto de la ley, es igual de criminal que un niño de doce años pueda cambiar de sexo sin oír siquiera la opinión de sus padres. Y es particularmente estúpido. Ese mismo niño de doce años no puede, de manera legal, ni consumir alcohol, ni fumarse un pito ni un peta. Como dije al principio, estamos de la puta cabeza.
El martes pasado fue el día de Todos los Santos y ayer el de Todos los Difuntos. Muchos habréis ido a los cementerios a dejar unas flores en las tumbas de vuestros seres queridos que están en el Valle de Josafat, esperando el Juicio Final. Alguno de estos difuntos la palmaron durante la pandemia, a destiempo, tirados como perros en los pasillos de cualquier hospital español. Estos muertos merecen un desagravio, una investigación, una condena para los culpables, que son los mismos que se dejaron engañar como lerdos por los que se han hecho millonarios vendiendo mascarillas y test a precio de Mercedes de alta gama. El Gobierno, seguramente, la cagó; pero también lo hicieron todas las Comunidades Autónomas y parece que todos los culpables se irán de rositas a sus casas el año que viene, cuando toquen la cascada de elecciones que ya empiezan a enturbiar el horizonte... ¡Vaya tropa! Salud y anarquía.

Estamos locos
03/11/2022
Actualizado a
03/11/2022
Comentarios
Guardar
Lo más leído