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Un Estado es un tesoro

19/10/2025
 Actualizado a 19/10/2025
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Quien tiene un Estado tiene un tesoro. Quienes reniegan del Estado desde las tropas neocon y ultras quieren que desaparezca solo la parte distributiva y social del Estado, no su parte coercitiva. Esa mola. Esa parte es como que te regalen de niño dos pistolas de vaquero. Pero que disparan. Todo cambia con un Estado: se pueden hacer cosas que, sin él, quedan muy feas.

Si se tiene un Estado, por ejemplo, en lugar de secuestrar rehenes se dispone de prisioneros y cuando otros liberan rehenes puede uno excarcelar presos como quien deja caer un generoso indulto sobre gente culpable. Aunque esos presos sean niños o inocentes que ni siquiera fueron juzgados. 

Si se tiene un Estado todo cambia, en particular si se enfrenta uno a quien no lo tiene: es como ir con tus pistolas contra el indio y sus flechas. Frente a un no-Estado el Estado no invade, ocupa. Puede traspasar fronteras, pues en caso de tener Estado y el otro solo sucedáneos (una “Autoridad”, un ente…) no se trata de fronteras, sino de líneas. Y las líneas se pueden redibujar o mover a capricho y con el paso de los años ir ampliando el Estado propio sobre el terreno ajeno, de quien -oh, contrariedad- no tiene Estado.

Si usted tiene un Estado, posee un ejército. No milicias, grupos armados o cosa similar de poca monta, que roza la categoría de banda, algo así como matones de barrio contra la auténtica policía. Todo esto, por supuesto, independientemente de cómo se porte y comporte cada cual. El uniforme hace al monje. Esas armas, cuando las usa un Estado, e independientemente de cómo las use, reprimen, asaltan, atacan, bombardean, irrumpen y un largo etcétera de movimientos tácticos militares cuya nomenclatura difunde los partes del Estado como el glosario de procedimientos de su estatal idiosincrasia. Pero nunca, nunca, nunca realiza atentados. Eso es cosa de gente violenta sin Estado, gente sin medios y sin papeles. Gente terrorista.

No digamos si ese Estado, además, es democrático. Aunque sus electores hayan votado en su mayoría a señores racistas o supremacistas, el Estado debe proporcionar medios para poner en práctica tales ideas, no vaya a ser que la democracia no funcione. Si al otro lado (o dentro) viven las víctimas de ese racismo o supremacismo pero no tienen Estado o su democracia está en tela de juicio por un quítame allá estos solares edificables, miel sobre hojuelas.

Los Estados, además, son amigos entre ellos, organizan y benefician redes de contactos e intereses empresariales y armamentísticos que sirven a los gobiernos de esos Estados por si hay problemas con gente que no lo tiene, problemas que se resuelven con las normas del club de los Estados.

La llamada solución de los dos Estados proporcionaría equilibrio, al menos nominal. Pero el ansia de supremacía caracteriza el comportamiento de los Estados, cuyo freno ponen o imponen los demás. O la ONU, el sentido común, la mera humanidad o el natural estado de la democracia y de la paz.
 

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