Nos preocupa la situación del mundo y de España. Hay una palabra que describe la presente realidad: polarización. En este ambiente de posturas diametralmente opuestas parece imposible el diálogo y triunfa la confrontación. En el mundo de la política da la impresión de que los que más ruido hacen son los extremos, de un lado y de otro, por la izquierda y por la derecha, perdiendo protagonismo los llamados a ocupar una actitud más centrada y equilibrada. Además, como diría Muñoz Seca, “los extremeños se tocan”. Unos y otros coinciden en perjudicar bastante la sana convivencia. España ha vivido muchos años de paz social, de reconciliación, de sana alternancia de poder, hasta que el 11M nos trajo a Zapatero, cuyo nefasto legado heredó el Doctor Sánchez. Y ahora estamos como estamos.
El partido de Felipe González ya no existe. No era perfecto, pero tenía sentido común y sentido de estado. El Partido Popular, el que decía estar inspirado en el humanismo cristiano, no ha sido capaz de liberarse de sus complejos y ha asumido principios de la izquierda opuestos a este humanismo, por ejemplo no defendiendo la vida en todas sus etapas. Como consecuencia de la bajada de pantalones, surgió VOX, muchos de cuyos planteamientos son bastante razonables; pero tampoco ha sido capaz de evitar radicalizarse en otros. Dado que ahora VOX parece subir en las encuestas, los populares ya están mirando cómo conquistar a los electores que se han ido a la llamada ultraderecha. Ciertamente, es una situación esquizofrénica la originada por no tener y defender unas ideas y unos valores claros, independientemente de lo que hagan o piensen otros partidos. No se puede gobernar por el miedo al qué dirán. Ya lo dice el Apocalipsis: porque no eres frío ni caliente, te vomito.
Hay un caso muy concreto que debería hacer pensar. El Partido Popular no tiene la valentía de defender la vida humana del no nacido, sino que legitima la muerte de un inocente, por miedo a perder votos por parte de la izquierda. Pero ahora tampoco quiere perder votos, y ha perdido muchos, por parte de los que se van a VOX. Pero no lo hace por defender el valor innegociable de la vida de miles de niños destrozados en el seno de sus madres, sino por puro interés electoral. Por supuesto, el aborto no es progresista, sino todo lo contrario. Este sí que es un verdadero genocidio. Pero la defensa de la vida tampoco es facha. En realidad, habría que decir que lo auténticamente progresista sería defender a los más débiles e indefensos.