Javier Cuesta

Escribes un libro

29/04/2025
 Actualizado a 29/04/2025
Guardar

Tuviste una infancia traumática, sufriste acoso, incluso abusos… escribes un libro. ¿O fue infancia feliz? Igualmente, un libro. Te divorcias, encuentras a tu chico/a, estrenas paternidad, te recuperas de un cáncer, tienes éxito o no lo tienes, cambias de sexo, dejas la política asqueado o por el contrario llegas a Presidente, triunfas en televisión, fracasas en el cine, cocinas bien, eres hijo/a de papá y no cocinas pero ejerces de jurado culinario… escribes un libro. Viviste y/o sufriste la Guerra Civil, eres demasiado joven pero te la contaron o encontraste documentos sobre la contienda, también lo escribes. ¿Alcoholismo o depresión, insomnio o locura, apariciones marianas o geopolítica?, libro. Te arruinaste, te hiciste millonario, sales de prisión, te retiras de los escenarios, eres tertuliano, aprobaste para futuro astronauta, te estafaron los bancos, admiras o detestas a un famoso, compones nefandos versos, fuiste efímero pseudo-gestor de un pseudo-museo, dejaste de fumar o al menos de comprar tabaco… escribes un libro. Aparece un negro, aunque sea blanco, pues que te escriba un libro. Sales del armario, te caíste del caballo o te enganchaste a él, avistaste un ovni, te amenazó ETA, viajaste a Tailandia en busca del tantra, descubres de repente los encantos del mundo rural… escribes un libro. Encuentras no sé qué raíces históricas de no sé qué pueblo olvidado en no sé qué legajos escondidos de no sé qué iglesia saqueada, libro. De niño retozaste y trotaste como un cervatillo por los huertos de europark/del/torío, escribes un libro (sobre Madrid, naturalmente). Más aún: fuiste reportero en no sé qué guerra, un libro; regresas de corresponsal de no sé qué conflicto comanche, escribes cien libros. O los firmas, o los copias, o te los escriben. Y no, no un libro de cien páginas, que sería el límite razonable para contar de sobra hasta una vida entera (salvo que seas Proust). Qué va, escribes setecientas, que debe ser la media actual de los bestseller de supermercado al peso.

Variaciones sobre lo mismo, aunque todo acabe en la eterna aspiración de esparcir nuestra experiencia supuestamente única, cuya pérdida sería irreparable, por el universo libresco. El mundo entero tiene algo que contar, su maravillosa vida o la recreada vida de doña Urraca. Pero el que no tenga algo de verdad interesante, mejor haría en callar. Porque, ¿qué quedará de todo lo anterior en diez, cincuenta, cien años? Yo se lo diré: gloria fugaz, olvido, nada. Porque ahora la peña no deja la pluma ni cuando se le muere el tío que le cuenta las historias (grande Rulfo, dos pequeñas joyas y punto). Porque a este paso el negocio del libro generará más riesgo para la Amazonía que todas las empresas madereras. 

En cualquier caso, los grandes damnificados, por encima incluso de los sufridos lectores, son los pobres bosques. La edición va camino de ser más peligrosa que la biomasa. Entre libros publicados y tanta estantería para colocarlos, no va a quedar un triste arbusto en pie. ¡Qué culpa tendrán ellos de nuestras patologías! A pesar de todo, y aunque sea con retraso, feliz Día del Libro.
 

Lo más leído