!Pongámonos escatológicos¡ Era una de las salidas más limpias que encontrábamos Agustín Delgado y el cronista cuando, en aquellos tiempos,, para disertar sobre la poesía joven, alguien se aferraba a «Los novísimos» y nos acometía a los dela poesía dialéctica con «Arde el mar» de Pere Gimgerrer y aquel famoso poema que empezaba «Fue allá, en Montreux, rosetón de los ópalos lacustres...»
En ese momento, nuestraa cazurrería leonesa comenzaba a recitar: «Fue allá,en Montreuse, opalón de los lagos rosetustres...» Y preguntábamos: ¿A que es lo mismo? Y, ante el asombro de los concurrentes, proclamábamos: aquí hay que ponerse escatológicos. No queda otra. Y recitábamos a duo, en pié, y con una sobre actuación un tanto melindrosa: «Al monte me fui a cagar / y cagué en montón de mierda. /A eso se llama cagar / y no a esos cagones de mierda / que van al monte a cagar / y no cagan ni una mierda».
Esta sandez viene a cuento porque en Vidanes, Cistierna, se planea una estación de biogás, y se ha constituido la asociación vecinal «EslaVida» con intención de luchar para impedir tal desaguisado. Y, lo mismo que está sucediendo en otros sitios, la España Vaciada, pero no estúpida, quiere que se vean antes los pros y los contras. Y resulta que los pros favorecen solo a los grandes Fondos de Inversión, y los contras vienen a machacar de por vida la poca que pueda quedar en esa ruralidad llamada España.
Lástima que no viva ya el gran Agustín Delgado. Pero, en su honor, y como ciudadano del Curso Medio del Astura, el cronista se arma de valor y proclama a los cuatro vientos que el problema es el tamaño.
Porque es tal la cantidad de «mierda» necesaria para que el proyecto sea rentable, que resulta inevitable el desastre. Y si no es rentable, no interesa a los Fondos de Inversión.
Y, zi lo es, lo es a costa de la liquidación de la vida mínimamente decente en la zona devastada.
No es imprescindible tener muchos conocimientos. Vayamos a los que saben, o por estudios o por experiencia. ¿Y qué nos dicen? Escuchemos a los que han sufrido,y sufren, las consecuencias de este dislate.
Nada de puestos de trabajo. Ningún beneficio. Es el fin de la vida normal en tales lugares. Y entiéndase por ello a varios kilómetros a la redonda, que quedarán inservibles y contaminados.
Si de algo puede servir un poeta, muerto a vivo, es de campana que repique cuando la tormenta asoma y no hay nadie que se suba al campanario a repicar a peligro las campanas. EslaVida, paisanos.