Escribir puede ser un castigo, o rutina, o dolor de huevos. A otros, escribir nos parece un gran placer: las palabras nos salvan siempre de la tristeza, decía Capote. «Todos escribimos para que nos quieran», aseguraba un exjefe mío, que nunca me contó la otra parte: que con cada texto, con cada artículo, con cada libro, uno puede cosechar odios furibundos...
Esto de escribir puede convertirse en deporte de riesgo. Y no me refiero a esos colegas periodistas que se juegan la vida en países en guerra para intentar contarnos lo que otros quieren tapar, que también. Hablo de los efectos que tiene –incluso en León– una simple columna de opinión, la de problemas que te puede ocasionar escribir «libremente». Porque se supone que nuestro trabajo es preguntar y contar, no complacer.
Sé que quien se expone en los medios, quien exhibe su opinión o sus experiencias en una columna, corre el riesgo de padecer reacciones airadas de quien se da por aludido... Y no hablamos hoy de los anónimos, ni de los recaditos vía ‘otros’.
Sí creo en el derecho de réplica, en que cualquier listo pretenda corregir al opinador de turno sólo porque lo que escribe no le ha gustado. ¿Puede responder cualquiera, también en los periódicos? Escribir una carta al director, quejarse, opinar, contar su película, sí. ¿Y si insulta, si falta al respeto al autor del texto en cuestión? ¿Qué hace entonces un director de periódico? ¿Apoya a su currito (aunque luego le reprenda si cree que se lo merece) o echa más leña al fuego y publica la réplica, y los insultos, aunque los escriba un majadero sin argumentos?
¿Puedo yo, que tengo el privilegio –y la responsabilidad– de contarles aquí cada semana lo que me apetece, puedo difamar, insultar, faltar al respeto a quien me apetezca? Poder, supongo que puedo (mi director resopla...), si luego me atengo a las consecuencias: la denuncia será contra mí, no contra el periódico, así que les aseguro que tengo cuidado de qué cuento y cómo. Miedo, ninguno.
Y están los que no te replican, ni van a los tribunales, pero van vomitando por ahí, a tus amigos, perlitas como que «ésa lo que necesita es un buen polvo». Qué riqueza de argumentos, oiga... Escribí de ancianos, de crueldad, y miren.

Ésa lo que necesita es un buen polvo (I)
28/08/2015
Actualizado a
11/09/2019
Comentarios
Guardar
Lo más leído