Un equipo de fútbol, el FC Barcelona, gana la liga española nº 28 y la gente sale a la calle en masa a aplaudir a un jovencito de Mataró, hijo de emigrantes extranjeros, uno de los artífices del milagro. Las venidas de Barcelona, abarrotadas de público, jalean a Yamin Lamal, que, encaramado en la terraza del autobús descapotable, sueña con los millones que va a cobrar a partir de ahora por entretener a una población que, oh paradoja, se proclama separatista de esa España, cuya copa de fútbol, la ha encumbrado a lo más alto.
En nuestro León, en cambio, no ha sido a un futbolista, sino a un borrachín, Genaro, (al que dos ilustres literatos han encumbrado a la cima de la nostalgia provinciana,) a quien la multitud ha aplaudido hasta la madrugada. Cientos de jóvenes acompañan por Jueves Santo, en el recorrido hasta la puerta de la muralla en la que fuera atropellado por el camión de la basura, y bebiendo y cantando, celebran la independencia de la imaginación, frente a la tiranía de lo sagrado.
Es lo que hay. Y en esas estamos. ¿Contradicciones? No. Tremendas realidades. El vulgo vota a quien sabe que le va a esquilmar a cambio de nada, pasea en andas a quien le da la gana. Y lee a quienes le meten por los ojos las grandes editoriales. ¿Y los buenos escritores, los que reflejan el mundo que viven? ¿Y los buenos ciudadanos, los que practican la caridad con el prójimo? ¿Y los que no votan, por no tener a quien? ¿Y aquellos que, aun no teniendo nada que perder, se niegan a reconocer la estupidez de lo que está pasando?
Es lo hay. Es lo máximo a lo que llegamos. Llegar a fin de mes es todo cuanto anhelamos. Y a eso lo llamamos vivir. A eso lo tenemos por bastante. A eso y a celebrar la estupidez, y a tolerar unos políticos incapaces, y aplaudir la suprema excusa de los nacionalismos que solo lo son para tener más parte en el reparto.
Será lo que hay; pero no es bastante. Faltan más ideales, más poetas, más sentido común, más juicios contra los miserables que como Trump y Putin (por poner tan solo a los dos polos opuestos en la forma pero en el fondo idénticos) tienen al mundo al borde del colapso. Será lo que hay, pero somos muchísimos los que tenemos bastante con tanta farsa. No estamos de acuerdo. No nos conformamos. Y esperamos que la multitud despierte de una vez de su letargo. Se puede decir más alto. Pero, «más claro, agua».