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Envalentonaditos

04/05/2025
 Actualizado a 04/05/2025
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Por lo que se cuenta, el día del Gran Apagón, veintiocho de abril de 2025, la tónica ciudadana fue el civismo. Más allá de algún tipo que corrió ansioso al Mercachifle a por garrafas de agua (porque con la obcecación no reparó en que bastaba con abrir el grifo y llenar unos cuantos tarros y baldes en casa, donde la de la traída funcionaba para la mayoría) la peña asumió la distopía con total normalidad. La fuerza de la costumbre. 

Una característica especial del inesperado suceso en el ámbito del espacio publico fue la ausencia de semáforos activos. Y un colectivo, sediento de reparación por haber sido maltratado durante décadas, se aprovechó de esa circunstancia como si de ventaja competitiva se tratase y, envalentonado, se cobró uno detrás de otro años de agravios. Ya se sabe que el que acaricia el poder, no es que no lo suelte, es que le hinca las uñas como gato montés.

Los peatones se vinieron arriba y si les era posible no dejaban pasar a coches, motos, buses y demás trasto motorizado. He visto calles donde el goteo de peatones cruzando de un lado a otro era tan paralizante para el tráfico rodado que por una vez se echó de menos al gremio de agentes de movilidad. Los envalentonados peatones se mostraron turba intratable con irrefrenables ganas de movimiento, imposibles de detener. 

En ciudades como León, donde se camina (jijijiji) tan incontenible-que no incontestada-mente hacia la pseudopeatonalización (y los propietarios del centro contentos porque pone por las nubes sus propiedades a cambio del engorro para el vecino que tiene garaje en la zona) ya llevaban tiempo los peatones sabiendo lo que era influir, templar y mandar.  Ya se sabía en estas ciudades que el colectivo peatón tiene unos apetitos de expansión sin fin y una falta de refreno total, como suele verse un día cualquiera en el paso de cebra de la salida de la Inmaculada hacia la Avenida de Roma, maldición insoportable para el conductor habitual que tiene armarse de paciencia para avanzar metrito a metrito porque los bípedos desconsiderados no dejan ventana de oportunidad para meter primera y adentrarse en la Av. de Roma de una solo acelerón. 

Maldigo aquí y ahora la consecución de libertades de esos envalentonaditos, a los que solo les queda montar la Asociación de Peatones Acaparetas Ansiosos por Cruzar y recibir subvenciones públicas para el chiringuito. 
 

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