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Enjabonar, aclarar, secar

07/06/2020
 Actualizado a 07/06/2020
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Enjabonar, aclarar y secar son las tres patas de cualquier buen ejercicio de limpieza (excepto con cálices y patenas, que no consagra cualquiera). Sirven para limpiar muebles de cocina llenos de huellas grasientas y sirven para el coche cuando quieres quitarle restos vegetales y producto intestinal de pájaros que por ser primavera la flora se les altera. Lo sé desde hace muchos años, cuando veía a mis tíos lavar sus automóviles de segunda generación (franceses o alemanes; los primeros habían sido todos Seat) en la finca de uno de ellos, en Santas Martas, comarca de Los Oteros, en el extremo noroeste de la comunidad de regantes de Payuelos. Corría el agua de lo lindo muchos cientos de millones de euros antes de la inversión hecha para hacer llegar allí la del pantano de Riaño. Cuán necesaria es todavía el agua para la lavandera y para regar y que haya prosperidad pero cuán mala es también a veces: las flores de los geranios se pueden quemar si las riegas y lo que es peor, sobre la piel, el agua destapa el poro y por ahí entran enfermedades. Dicen las leyendas que te vuelves vulnerable de tanta agua, aunque es verdad que los alérgicos nada más ducharse se ponen sensibles de narices.

Donde también rige el principio de las tres patas y no escatiman un pelo en limpieza es en las terrazas de los bares estos días. Lo hacen a conciencia pero eso, sumado a que muchos de los camareros no andan nada vivos ni tienen los aperos a mano, alarga la espera por una mesa para tomar un refrigerio más de lo razonable. Y eso enfurruña mucho al cliente que todavía no lo es. Durante la primera semana de Fase 1, este aprendiz de Chicote no pudo tomarse más que una fanta, porque todos los demás días no vio ni una mesa libre. Y esperar, pues por una mesa en El Capricho se espera, pero por un refresco es un poco exagerado. Aunque debo de ser el raro de la clase, porque colas había.

¿Qué sucedería si se les permitiese a los bares, como se nos ocurre a algunos que debería ser, montar tantas mesas como antes montaban, ocupando tanto espacio como fuese necesario, en vez de escatimarles opciones antieconómicamente? Quizá nos tirásemos horas esperando por una cocacola, como si protagonizásemos un anuncio malo de la bebida gaseosa, pero sentados.

Para que la hostelería vuelva a funcionar como un tiro hay otras tres patas implicadas, más allá de enjabonar, aclarar y secar. Son la autoridad que regula, los propios negocios y los clientes. Bueno, pues, de momento el tema no es que cojee, porque los trípodes nunca lo hacen, pero hay una pata más larga y mejor asentada que las otras dos. Por la buena marcha del negocio, que el par de patas cortas se pongan a la altura rápido.
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