Cuando Esteban Piñón, en «nochevieja», volviendo de la mina en su bicicleta, borracho como una cuba, gritaba deseando a sus vecinos de Vidanes; ¡Año nuevo, vida nueva. A enmendarse, cabrones! ¿Cómo los llamaba: cabrones o castrones?
He ahí el enigma. En el bar de Hilarino apostaban por castrones y en el de Crestencio por cabrones. Lo segundo todos lo entendían, pero lo primero sólo después de muchos años lo pudo entender el cronista.
Llegada esta fecha de final de año, al cronista le viene siempre a «mientes» aquel episodio que tenía lugar en su Vidanes natal cada noche vieja. Celebrada la Misa de de la media noche y acabada en casa la Cena familiar, cerrada la cantina, apagadas las luces de la calle principal, cada cual arropado por sus mantas, dormían hasta los perros en el corral, y la paz más absoluta parecía reinar.
Y, de pronto, comenzaban a escucharse las histéricas carcajadas de Esteban Piñón, que, en medio de la calle y apoyado en su bicicleta, borracho como una cuba, comenzaba su ritual imprecación a sus convecinos: ¡Año nuevo, vida nueva.
A enmendarse, castrones!
Esteban Piñon era ya de cierta edad; pero soltero y entero. Vivía en una casa con corredor que se conserva hoy, vacía, y tal cual era entonces, con balconada de madera a la calle, y unos escalones a la puerta, que el mozo viejo, en aquellas circunstancias intentaba escalar con grandes tropiezos.
Por eso se pasaba la noche acurrucado en el leñar, y gritando su felicitación a un vecindario al que año, tras año, tenía condenado a pasar la noche en vela y escuchando su recomendación de enmienda.
Su madre, anciana ya, y viuda, debía pasar tal vergüenza que no se atrevía a asomarse al balcón, pero que, al día siguiente, pasaba por todas las casas del pueblo pidiendo perdón: Ya lo sabéis, el resto del año es un bendito; pero llega esta noche y se va a Cistierna en la bicicleta, yo no sé a qué, y vuelve a altas horas de la madrugada hecho unos zorros y una tranca que le dura hasta el día de Reyes cuando tiene que volver a trabajar a la mina.
Lo que no se le entiende bien es si dice cabrones o castrones, preguntaban a la madre. Pues vaya usted a saber, porque de todo hay. ¿Y eso de castrones, qué cosa es? Pues muy sencillo. Escuche bien. «El chivo cuando es castrón, borrego hasta cierto punto. Más hay quien lo es todo junto: chivo, borrego y castrón. Al menos, así lo contaba AnGLillo el de Cármenes.