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En la penumbra de la noche

11/11/2023
 Actualizado a 11/11/2023
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Tal día como hoy, en 1993, en la penumbra de la noche, en un dormitorio masculino, un grupo de estudiantes de la Universidad de Nankín, una de las más antiguas del mundo, revolvían en torno a la fecha: 11 del 11, y en un juego numérico de identificación simbólica, los cuatros, por entonces desparejados, se vieron reflejados en esos cuatro ‘unos’ solitarios. «Hoy es nuestro día, el de la soltería». Y así nacía en China, por extensión, una de las fiestas del consumo más mediáticas y jugosas: ‘El Día de las y los Solteros’, que las redes sociales y la popularización del ocio del postureo, cebaron hasta saciedad de consumo. 

Los solteros acudían en masa a celebrar el evento tomando por asalto el centro comercial de turno hasta acabar con existencias. Por ello, los comerciantes, al brillo del oro de la carga de la soltería ligera, comenzaron a frotarse las manos mientras intensificaban sus campañas publicitarias. Y lo que comenzó llamándose ‘Día del Soltero’, derivó por obra y gracia del gigante chino del comercio electrónico Alibaba (curioso nombre, asociado al latrocinio) en el llamado ‘Doble once’, un día en el que se compra y se juega ofreciendo entretenimiento de 360 grados a los clientes. Al tinglado mediático se unen galas y eventos donde se invitan a celebridades e ‘influencers’. Se pretende generar un sentimiento para avivar la euforia derrochona aprovechando que la gente anda de buen humor.

Y para buen humor, el que nos ha traído el recién premio Cervantes que le han dado a Luis Mateo Díez y que, dada la cercanía que el escritor mantiene con su patria chica, consideramos un poco de todos, ya que pese a haber pasado casi toda su vida en Madrid, regresa con frecuencia a visitar a esta, su Celama leonesa. Luis Mateo, es, en palabras de David Rubio, en su recién editado ‘León, al pie de la letra, doce rutas literarias por León’, «uno de los escritores que más y mejor han contribuido a hacer de León un territorio literario», un territorio minero que le alumbró allá por tierras de Laciana, donde bebió sus primeras letras escuchando, según el mismo ha confesado en más de una ocasión, las tradiciones orales enredadas en los cuentos populares, desgranados en las largas noches de invierno a la luz del fuego de las cocinas de carbón. Como él mismo contaba en una entrevista: «La gente se reunía en las cocinas, los inviernos eran largos, y desde luego eran las noches de ‘Las mil y una noches’, en las que se contaban muchas historias y todo el mundo lo pasaba muy bien».

Del consumo que consume a los cuentos que rescatan.

Y de fondo, la penumbra de la noche, donde se fraguan las grandes historias, ya sea en Conchinchina o en León. 

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