Esta semana pensé escribir sobre la rotonda entre la avenida Palencia, Ingeniero Sáenz de Miera, el paseo Salamanca y el Puente de los Leones, por la que he pasado en varias ocasiones cerrando los ojos, cruzando los dedos y rezando por no escuchar cómo un coche impactaba contra el mío y cuyo diseño augura problemas de tráfico y seguridad, pero la actualidad manda. A mitad de la semana pasada el ministro de Cultura vino a León con el enésimo anuncio de la rehabilitación del Teatro Emperador y la política local volvió al modo bucle.
El Emperador, cerrado desde 2006, vuelve a ser foto oficial. Se anunció la licitación para redactar el proyecto y una partida inicial, sin cifras cerradas ni plazos concretos. Tras casi veinte años de silencio, ese discurso suena a ritual. Palabras perfectas para el titular político, pero insuficientes para la obra civil.
Hubo una época en la que el proyecto estaba trabajado en serio. Diagnóstico cultural, estudios de viabilidad y un plan para crear una «almendra» cultural entre el Emperador y el conservatorio, peatonalizando calles y reordenando el entorno. Durante aquel periodo trabajamos duro Begoña Gonzalo Orden, Ana García Carbajo, Belén Martín Granizo, Jaume Colomer y yo. Nos dejamos la piel, pero los papeles acabaron en los cajones.
Paralelamente, el libro sobre Juan Antonio Velasco, el cartelista mítico del Emperador, comparte destino. Presentado y celebrado, hoy aguarda comprador. Pienso en mi amiga María José del Río y en Marcelino Cuevas, fallecido en 2019, cuya memoria queda en espera junto a esas páginas. Es doloroso ver cómo la memoria visual de la ciudad y el propio teatro permanecen congelados.
La foto del ministro, el alcalde, el presidente de la Diputación y el consejero de cultura, compromete. Si dentro de un año no hay proyecto y dentro de dos años no hay obra, esa instantánea pesará en sus expedientes morales y quizá en las urnas. Y si la obra llega, la segunda parte será la gestión diaria. Programación, personal, compatibilidad con el Auditorio y financiación de mantenimiento. Rehabilitar el edificio es necesario, pero sostenerlo será lo difícil.
En la versión leonesa de la película ‘El día de la marmota’ despertamos cada mañana en la misma ‘liturgia’. La convocatoria a medios, las sonrisas medidas, la foto y un corte de una cinta que no existe. Phil Connors encarnado por Bill Murray se aburriría haciendo siempre las mismas promesas, Rita intentaría captar la atención de los medios y Ned Ryerson reaparecería con su simpatía de siempre queriéndonos vender el mismo mensaje cada día. Mismos cargos políticos con distintas caras se van sucediendo: convocan, prometen y se van.
Celebro que se anuncie movimiento, pero los leoneses exigimos rigor, fechas concretas, partidas firmes y responsabilidades definidas. Que el primer plano sea para unos obreros con casco y chaleco y no para políticos con traje y zapato castellano.
Eso sí sería romper el bucle pudiendo, al fin, salir de ese día de la marmota.