25/07/2023
 Actualizado a 25/07/2023
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Escribo en la noche electoral, después una jornada de vértigo. Si se nos permite la ironía, estamos de enhorabuena. Se acaban de celebrar unas elecciones generales y el pueblo español tendría motivos para sentirse feliz, pues los resultados han sido los que el pueblo ha elegido libremente. Y, además, todos candidatos dicen haber ganado. Han ganado los que han sacado más votos y los que han perdido tienen posibilidad de seguir gobernando. Muchas veces hemos oído la frase de «que te vote Txapote» y ahora vemos que se cumplen nuestros deseos. Resulta que ahora el voto de los de Txapote, junto con los del prófugo catalán, puede ser decisivo para que Sánchez siga gobernando España. Lo malo de todo esto es que España parece haberse convertido en un país ingobernable. Los enemigos de España son los que deciden el futuro de España. Por lo tanto son ellos los que tienen verdaderos motivos para sentirse triunfadores. Y lo son porque saben manipular a quienes no tienen escrúpulos en venderse a cualquier precio. Un precio que cada vez será más alto.
Como en los cónclaves, los que entran como papas salen cardenales. Y así parece haber sucedido con relación al partido que se presumía que iba a gobernar, haciendo ascos y demonizando a quienes estaban llamados a ser sus socios naturales. Seguro que ahora estarían bastante más tranquilos si éstos hubieran tenido media docena más de votos, aunque tuvieran que compartir gobierno. No olvidemos que la que ahora llaman ultraderecha, está formada por antiguos votantes del PP decepcionados de una derecha acomplejada. Pero Feijóo parece olvidarlo y ha manifestado su preferencia a recibir apoyo del Partido Socialista. Si añadimos a esto que los de Sánchez han conseguido mentalizar a propios y ajenos de que los de Abascal nos llevarían a una involución, se entiende que hayamos llegado a esta situación tan esperpéntica. Todo parece indicar que los perdedores en teoría son los ganadores en la práctica.
Pero la gran cuestión no es saber qué partido ha perdido o ha ganado las elecciones, sino si España ha perdido o ha ganado. Hay un viejo principio que dice: divide y vencerás. Que España está divida y polarizada es un hecho incuestionable. Gestionar la herencia de Sánchez no iba a ser fácil para sus presumibles sucesores, pero tampoco va ser fácil ni para Él mismo. Por supuesto que esto de «divide y vencerás» afecta también a las derechas. Mientras sigan divididas y acomplejadas pueden poner el cartel de la Divina Comedia en el infierno: Ninguna esperanza.

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