12/12/2020
 Actualizado a 12/12/2020
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Con el teatro Emperador poseo lo que algún tertuliano definió como «sentimientos encontrados».

Sin duda, el mejor recuerdo que tengo del gran teatro fue hace ya unos cuantos años, cuando una tarde de sábado junto con mi tía Margarita (la afamada administradora de fincas), mi madre y mi hermana, que apenas tenía cuatro años, fuimos a ver el estreno de E.T.

Desde lo alto de la segunda planta, porque apenas quedaba papel en la taquilla. Aquella tarde de nervios e ilusión provocaron que la mítica cinta de Steven Spielberg, E.T. El Extraterrestre que batió todos los records de recaudación, sea una de mis películas favoritas. Curiosamente en 1982, hace treinta y ocho años, ya se veían ‘epis’ por Crescent City, cuando los científicos crearon una instalación médica poniendo en cuarentena a Elliot y a E.T.

Tres años más tarde, concretamente en 1985, me ocurrió todo lo contrario. La alegría e ilusión pasó a disgusto y enfado. Esta vez sin mi tía Margarita, y con mi padre como maestro de ceremonias, volvimos a ver una de las películas que más rechazo me han generado en mi vida y por ende, ese tizo, se trasladó al fantástico teatro sin tener él la culpa. Pero como he dicho al comienzo, son sentimientos, y como tales no atienden a argumentos racionales. No existe maquillaje que pueda ocultarlos y a mí, aquella puta película solo me trae que mal rollo y enfados. Evidentemente no soy el genial Revuelta o el inimitable Gonzalo González para hacer una crítica de aquella película tan laureada que se llevó, creo recordar, nueve Oscars.

Sólo les diré que nunca me he aburrido tanto, y que los Boca Bits que compramos y que solía dosificar, no me duraron ni cinco minutos. Tal fue el shock que me generó,que aún hoy con el paso de los años la sigo considerando un pestiño de tal magnitud que cuando leo alguna referencia hacia ella, blasfemo sin control. La película no era otra que: El último Emperador.

Imagino que muchos de ustedes no entenderán mi reacción ante una de películas consideradas como una obra maestra, no se lo voy a negar ni a discutir, pero un niño de nueve años pudo acabar «traumatizado con un trauma» como decía el gran Resines en Los Serrano.

El pasado jueves el acalde se reunió con el ministro de cultura a través de un encuentro online, para intentar dar una salidaal teatro que tanto tiempo lleva abandonado. Algo tan sencillo como que el gobierno central, el propietario, asuma su responsabilidad, lo adecente y ceda su gestión a una empresa especializada. Porque tampoco es plan de empezar a nombrar directores artísticos, asesores culturales, programadores y demás figurantes y engrosar las filas del funcionariaje.
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