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El triunfo de los mediocres

09/06/2023
 Actualizado a 09/06/2023
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Cuando sucede un descalabro como el ‘sanchismo’ en las elecciones municipales, la gente no es consciente de lo que supone para un partido político. No solo pierdes el gobierno de la administración, hay un auténtico terremoto dentro del partido que se la haya pegado, ya que no solo quedan descabalgados la docena de políticos que más protagonismo tienen, sino que hay cientos de altos cargos, personal de confianza, asesores y otra serie de personas, afiliados a dicho partido, que quedan en la calle y que dejan de hacer sus aportaciones en forma de cuotas. Un verdadero drama.

El caso es que por obligación o por sabe Dios qué cálculos electorales de Pedro Sánchez, el 23 de julio estamos convocados a elegir si le dejamos de inquilino en la Moncloa o se le ‘desokupa’ a él y a todo el pintoresco Consejo de Ministros. La maquinaria de los partidos vuelve a ponerse en movimiento, cuando ni siquiera habían tenido tiempo de colocar los motores al ralentí.

La primera decisión de los partidos, la más trascendental y no por ello menos precipitada, es la de elegir quiénes ocuparán los puestos de salida encabezando las listas al Congreso y al Senado. Lo inesperado del adelanto electoral, a algunos les ha caído como si les hubiese tocado una Euromillones, sabiéndose bien posicionados, sin margen para que vengan otros que les hagan sombra y lo que es mejor, sin margen para desgastarse aún más.

Solo hay que cruzarse por la calle con alguno de los elegidos, para darse cuenta, por sus amplias sonrisas, que están llamados a llegar al ‘paraíso’, ocupar un asiento en la mesa del ‘padre’ y compartir el pan, mientras se descojonan de lo que les pase al común de los mortales en sus provincias de origen.

La meritocracia en los partidos no es que esté muy extendida y por regla general, salvo honorables excepciones, las comadrejas, los auténticos profesionales del asunto, los que no tienen ningún recato en pisar el cuello a los que anteriormente les ayudaron a ascender, son los que logran llevarse el gato al agua.

Mientras tanto, otras personas que han demostrado su valía y capacidad en sus distintas responsabilidades públicas y que son queridos por sus vecinos de manera mayoritaria, casi unánime, pero que son contestatarios y algo tozudos, son condenados al destierro, tachados de desleales y obligados a elegir entre besar el anillo del amo o hacer las maletas y marcharse.

Pero al final, como en el pecado se lleva la penitencia, los partidos que pretendan reírse de los ciudadanos colocando en sus listas gente trasnochada sin oficio ni beneficio y que en pasados comicios electorales han sufrido alguna que otra cornada, se llevarán la sorpresa de que a pesar de la ola, el resultado en ciertos sitios volverá a ser tanto o más mediocre que en las pasadas elecciones y se preguntarán (con la boca pequeña) el por qué, cuando en realidad conocen la respuesta antes incluso del día de las votaciones.

Que nadie se rasgue las vestiduras con lo que reflejen las urnas la noche del 23 de julio.
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