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El rosa es el color de los puticlubs

16/11/2018
 Actualizado a 18/09/2019
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El rosa es el color de los puticlubs. Hemos pasado del farolillo rojo de los barrios de prostitutas al rosa deslavado. Lo compruebo en la carretera de Zaragoza y en la de La Coruña (bien surtidas ambas de puticlubs). Carteles rosas anunciando hoteles de felicidad rosa, cortinas rosas en las ventanas, ‘flyers’ de chicas rosa en los parabrisas de los coches. ¿Por qué?

Resulta que el rosa, y sus derivados, fue un color masculino. Los rojos, rojizos y rosados significaban fuerza, poder. Los azules, finura, suavidad. Los emperadores romanos vestían togas púrpura. Los cardenales católicos, casullas rojas. El carmesí era el color del poder (con Felipe II fue el negro, un paréntesis que anticipó la moda gótica, ¿no?). Hasta que en el rococó la corte francesa empezó a usar los pasteles. Los tonos fuertes quedaban para el pueblo: la aristocracia se ablandaba y sus colores también. Pero aún así, el azul era considerado femenino. Y hasta principios del s.XX a los bebés se los vestía de blanco, no importaba el sexo. Existe una curiosa estadística de los colores predominantes en los grandes almacenes en EE UU antes de la Segunda Guerra Mundial: en una mitad se vendía el rosa para niños y el azul para niñas; en la otra, al contrario. Entonces, en algún momento de finales de los 40 y de la invasión de uniformes azules y grises que trajo la guerra, el rosa se convirtió en un color femenino.

De una feminidad enfermiza.

En el departamento infantil de las cadenas de ropa la división por sexos y colores es tan brutal que parece una parodia de la esencia femenina y de la esencia masculina. Hablo de ropa que va desde bebés de seis meses hasta niños de doce años. Las niñas son princesas: con diademas de piedras de colores, tutús, lazos, ribetes. Todo rosa. Solo rosa. Los niños, guerreros. Con pantalones y sudaderas estampadas con tiburones y personajes de Star Wars, siempre en colores oscuros. Y hablo de cadenas no solo españolas, también del norte de Europa, donde se supone que están más adelantados en esto del mundo unisex. Cuando Martín era más pequeño y yo le compraba chaquetas con estampados pastel, me decían, «no lo vistas así que lo vas a amariconar». Para echarse a temblar.

¿Dónde quedaron las reivindicaciones de igualdad entre los sexos? ¿Por qué debemos sexualizar a nuestros hijos desde bebés? ¿Por qué marcarles tan radicalmente las diferencias de género: los niños son así y visten así; las niñas son asá y visten asá?

Para que luego vean rosa y piensen en puticlubs... y en niñas. Porque el rosa ahora es el color de las niñas, no de las mujeres. Esa asociación sí que es para echarse a temblar.
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