19/02/2016
 Actualizado a 07/09/2019
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Genadio y sus doce discípulos llegaron en el remoto año de 895 a San Pedro de Montes. Después de un largo viaje desde el lejano monasterio de Ageo no encontraron allí nada más que un edificio desvencijado poblado de zarzas. El monasterio era en ese tiempo sólo una ruina despoblada, maleza inútil. Las razias musulmanas habían destruido todos los monasterios del Bierzo. Genadio buscaba en esta abandonada Tebaida Berciana el territorio en el que emular la vida ascética y eremítica que en tiempos habían disfrutado allí sus predecesores Fructuoso y Valerio. Una vida solitaria y austera alejada en todo lo posible de la vida terrenal.

Para Genadio la Tebaida Berciana sería ese mismo territorio celestial que algunos ascetas habían encontrado en la lejana Tebaida oriental, la del desierto de Egipto. Ese territorio divino fue descrito con gran belleza y precisión por Gil y Carrasco: «A vista de aquellas montañas enriscadas, en aquella soledad triste y oscura donde al rasgarse las nubes del invierno tal vez se mostraran los cielos a los contemplativos monjes en todo su esplendor y majestad, sobran en verdad los devaneos mundanos y las frágiles esperanzas terrenas». Una paz y un sosiego beatífico han poblado desde siempre estos angostos valles al pie de los grandiosos Montes Aquilianos.

Genadio, San Genadio, en pocos años revitalizó la Tebaida Berciana reconstruyendo y consagrando la nueva iglesia de San Pedro de Montes, levantando nuevos cenobios como el de Santiago de Peñalba. La revitalización que Genadio inició en este territorio llegó a su máximo apogeo en el siglo XI cuando todos los cenobios de la Tebaida disponían de amplios dominios y riquezas. Con el tiempo el abandono se fue imponiendo hasta que a finales del siglo XIX se produjo la exclaustración definitiva del monasterio de San Pedro de Montes.

Mucho tiempo ha tenido que pasar para que de nuevo el espíritu rehabilitador de San Genadio pueda rescatar del olvido la Tebaida Berciana. Las ‘razias’ del desarrollismo y el éxodo rural sumieron esta zona en un completo abandono. La propuesta de declaración como Patrimonio de la Humanidad puede, si se hace bien, ayudar a su recuperación. El destacado paisaje del conjunto formado por los valles del Oza, Valdueza y Compludo; la mezcla singular de lo místico, lo hermoso y lo mágico de parajes como el Valle del Silencio o Peñalba; la tradición, historia y arte de Montes o los Barrios. Todos estos atributos, sin ninguna duda, convencerán, seducirán, a los evaluadores de la Unesco. ¡Ojalá seamos capaces, como hizo Genadio, de revitalizar de nuevo este querido territorio!
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