15/05/2023
 Actualizado a 15/05/2023
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La película que emitió TVE el pasado sábado desde las 12 del mediodía hasta las 3, resultó ser un peliculón. Ya el título ‘Orbe dorado’ que le dieron sus promotores, presagiaba el portento. Se trataba de la coronación de los reyes de un gran imperio. El boato y el ritual estaban muy bien representados. La familia, los invitados, el ejército, las carrozas, las coronas de oro y brillantes. El Rey y la ‘Reyna’, adorados por sus súbditos, aceptaban el boato y el imperio de la religión y hasta hubo algún grupo de negros cantando góspel «aleluya, aleluya, aleluya». Y obispos y obispas dirigiendo los actos en su hermosa catedral gótica, por cuyas cristaleras resbalaba la lluvia de mayo como una bendición.

¿Quién sería el director? El guionista sí que es fácil de recordar: Boato de Wetsminster. Es muy probable que en la próxima convocatoria se lleve el Oscar al mejor guión. Aunque no hay que olvidar el atrezo: los vestidos, los muebles, las alfombras, los uniformes… Ni la música: los coros mixtos entonando salmos religiosos, las trompetas, el eco de las notas resonando en la bóveda de la catedral, bajo el control de su Arzobispo en persona.

«Yo, Carlos, profeso y declaro solemnemente, en presencia de Dios, que soy un fiel protestante y que, de acuerdo con las leyes que aseguran la sucesión protestante al trono, defenderé y mantendré esas leyes». Y sonaba el himno ‘Sadok el sacerdote’ compuesto por Händel en 1727 para la coronación del rey Jorge II.

Poco importa que, fuera, en la calle, muchas voces gritaran: «Not my King» (Este no es mi rey) pues la avenida The Mail, que une la basílica con el palacio de Buchingham rebosaba de fieles súbditos de una dinastía que se pierde en la cuna de los tiempos y cuyos representantes aparecieron en el balcón de palacio, los reyes con sus coronas con miles de piedras preciosas. Mucho de ellos, de los súbditos, llevaban acampados allí varios días bajo la lluvia.

Hacía 70 años que, al menos en Inglaterra, (Qué en Inglaterra… en el mundo entero…) no se rodaba una película como esta. Con el boato y la magnificencia, la verosimilitud, y la puesta en escena… Los actores, magníficos todos ellos, parecían creerse sus papeles, unos de reyes, otros de arzobispos, otros de súbditos fieles. Hasta los seis caballos blancos que enganchados al tiro de la carreta de oro parecían de verdad… Solo faltó que hubieran llevado los caballos de bronce que hay en San Marcos, en Venecia…

Hasta los reyes de España, que también salieron, parecían los auténticos. Ella con una azafate en la cabeza…
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