Imagen Juan María García Campal

El otoño y los cuervos

05/09/2018
 Actualizado a 17/09/2019
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De que irremediable y/o gozosamente (léase lo que más guste o menos disguste) viene el otoño no sólo nos habla la luz con su crecientes mermas, ni la hoja del calendario, esa carátula mensual llena de barrillos negros que, sin tendenciosidad alguna, tan sólo alivian los rojos eccemas. También lo hace la literatura. Así, por ejemplo, de manera más suave, delicada y certera –hasta me atrevería a decir que polisémica o premonitoria– nos habla de ella, la nueva estación, cualquiera de las dos versiones del Haiku del cuervo, del maestro Matsuo Bashô (1644-1694): «En las ramas secas/ se están posando unos cuervos/ Atardecer de otoño» o «En las ramas secas/ se posan unos cuervos/ Atardecer de otoño».

El Haiku del cuervo, tal que muchos sueños e ideales, fue durante largo tiempo conocido en su versión más idílica o zen («Tarde de otoño/ Un cuervo posado/ en la rama de un árbol»), pues no fue hasta 1972 (publicado en España en 1977) cuando se descubrió en Shikoku el ‘haiga’ original de la primera versión, convirtiendo así la idílica visión citada en el reflejo de una impresión bien distinta del autor, el poeta Bashô.

Tal que nosotros, vamos, que nos disponemos a abandonar el verano y afrontar el otoño con las mayores esperanzas en sueños e ideales y, aún antes de tiempo, ya sobre las muchas ramas secas de la Nación o Estado –táchese según gusto lo más o menos patriótico– sobrevuelan los cuervos de vario origen.

Sobrevuela las ramas secas del trabajo provincial (digamos Vestas) un cuervo regidor municipal, ahora converso obrerista, con popular intención de lavar las propias obras y omisiones que lo acercan al descrédito. No será el único. Más vendrán, sin duda, de nidos regionales a mostrar su interesado apoyo a los afectados por el cierre. Ay, el gran teatro del mundo político. ¿Por qué no serían más diligentes a la hora de condicionar las millonarias subvenciones?

De nuevo, ¡qué cansancio!, sobrevuelan la conquistada Constitución (aquí irritación revolucionaria de chato y barra) los cuervos independentistas de Cataluña, ciegos y sordos no sólo a más de la mitad de su ciudadanía, sino también al resto del Estado al que, les guste o no, pertenecen y son y, en parte, gestionan. Bueno, deberían gestionar, que andan mononeuronales sólo a su patriótica obsesión y lo que día a día empeora lo arreglará su mesiánica república. ¡Qué extenuación!

Se esperanza este jacobino en electoral primavera. También de la mano de Bashô: «Lluvia de flores/ Un cuervo busca en vano/ su nido». ¡Al carajo!
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