A las izquierdas rampantes (tercera acepción del diccionario), las mismas que mandan y ‘ordeñan’ en España con ojo de buey y diente de lobo –y de vez en cuando hacerse el bobo (Iglesias y Sánchez)– les están brotando sarpullidos como ensaimadas. Y algún forúnculo por las bajuras. En el actual y florido mes de mayo –con flores a María– la gente es un clamoreo encendido. Un hastío social. Un alboroto. Y es que los atrincherados en La Moncloa y anejos –rebautizados como los ‘Picapiedra’ y los ‘Mármol’– ya no saben cómo acallar el griterío. No ven la luz ni con la mediática ‘amiga’. La perniciosa habilidad de ponerse de perfil desde que sale el sol hasta el ocaso los sobrepasa. No hay día que no les saquen las vergüenzas.
Y para paliar el cabreo –que amenaza con amotinarse cuando pase la pandemia–, la izquierda, lista como una liebre, busca cabezas de turco donde depositar los desechos generados desde que se inició la encerrona. Las redes sociales –además de la mediática ‘intima’– son un buen caldo de cultivo para la lavativa. ¿Que cómo se prepara la colada? Pues fácil. Con un numeroso ejército de iracundos teclistas y antifaz de ajusticiados. Porque hay que leer lo que se escribe –en muchas de las ocasiones con irritables coces ortográficas– para blanquear la cara de este Gobierno mimetizado en su propio caos.
Aliados con la mentira –son maestros– mueven bien los peones. Responsabilidades, las mínimas. Que los demás aguanten la vela. Aunque revienten. Aunque echen la bilis por la boca. La guerrilla de trabuco y faca, la tropa sin galones –la hay con estrella de suboficial reconvertido– ya se encarga de alimentar el contubernio en las redes sociales. De modo, que si la derecha no se pone en jarras y adelanta el paso, si no se mantiene firme y aprieta la mandíbula, acabará indigestada con un buen plato del desastre.
Resulta repugnante la burla. El desprecio del Gobierno para con millones de españoles. La tomadura de pelo. La falta de sensibilidad. Ahí va una muestra. Mientras se exige la suspensión de una eucaristía en pleno oficio o mandan para la iglesia a un cura que, en la calle, impartía la bendición, permite y alienta las licencias a otros credos y sus cultos. Y hasta los felicitan. De ello se ha encargado la ministra de Exteriores con motivo del ramadán. Y el resto, los católicos por ejemplo, que se jodan. Que dejen los ‘muñecos’ arrumbados, como definen algunos malnacidos a las imágenes sagradas. La cosa tiene cuajo. Son los nuevos tiempos de una neodictadura encubierta que presagia tempestades. Y un infierno de ruina. Y ya veremos, también, qué ocurre a partir de ahora con los niños discapacitados y su educación especial. Que se las trae.

El neocomunismo avanza
03/05/2020
Actualizado a
03/05/2020
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