21/08/2018
 Actualizado a 07/09/2019
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Sé que hay una película titulada ‘El Hundimiento’, y que tiene a Hitler por protagonista, pero no la he visto. No obstante, me atrevo a robarle el título para este artículo, inspirado en el hundimiento de parte del viaducto de la autopista que sobrevuela la ciudad de Génova. Debo reconocer que lo primero que me vino a la mente, aunque sea una idea perversa, es que la misma Italia que cierra sus puertas y puertos a los inmigrantes, no importándole que se hundan en las aguas del Mediterráneo, ve ahora cómo se hunden, no pateras ni barcos de mala muerte, sino puentes y coches y camiones y edificios. Ya sé que nada tiene que ver una cosa con la otra, pues unas y otras son víctimas inocentes. Ello no impide que sirva de reflexión para los gobernantes.

Más suerte tuvieron los jóvenes que se hundieron en otra obra chapucera, la tristemente plataforma del puerto de Vigo, durante un festival. Nos alegramos por ello. Ahora la investigación buscará culpables y no sabemos a quién le echarán la culpa, si a al Ayuntamiento o a los del puerto. Ya prácticamente no se habla del tema. Lo que no cabe la menor duda es de que si el alcalde de Vigo hubiera sido del Partido Popular, seguiría siendo portada en periódicos y telediarios, como lo fue el famoso hundimiento del Prestige. Está claro que hay dos varas de medir. Y que algunos son muy listos aprovechando cualquier pretexto y otros tan tontos que se lo creen.

Siendo importante todo esto, podemos preguntarnos por la posibilidad de un hundimiento mucho mayor, que sería el hundimiento de España. Y no nos referimos ahora al temor de que un día se deshielen de tal manera los polos que suba el nivel del mar hasta hundir sus numerosos pueblos y ciudades costeras, que son unas cuantas, con sus puertos y playas. Esperemos que nuestros ojos no lo vean.

La historia nos dice, sin embargo, que no hace tantos siglos ha visto hundirse grandes imperios y civilizaciones, véase Roma o Egipto, y que no sería extraño que Europa, si no cambia, corriera la misma suerte. Ciertamente no queremos ser profeta de calamidades, pero, como reza el dicho, torres más altas han caído. Un puente o un edificio pueden venirse abajo por distintos motivos, pero uno de ellos es el que la cimentación se vea afectada. Lo que decimos de las construcciones podemos aplicarlo a la sociedad. Aunque haya mucho acomplejado que no quiera reconocerlo, si le quitamos a Europa sus raíces o cimientos cristianos, antes o después se derrumba. Se supone que aun deberíamos estar a tiempo para evitarlo.
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