El fin de la crisis

Bueno… pues ya se acabó la crisis. La sanitaria –claro–, digo. Bueno, realmente, no lo digo yo; lo dice el Consejo de Ministros que, el pasado 4 de julio, tal y como publicó el BOE al día siguiente, acordó «declarar la finalización de la situación de crisis sanitaria ocasionada por la COVID-19». Pero, vamos… que era algo más que razonable que, de alguna forma, tenía que quedar plasmado sobre el papel, formalizando así el fin de la época más dura de los últimos tiempos.

Han sido tres años largos sumidos en una auténtica pesadilla que puso nuestras vidas patas arriba, marcados por el sufrimiento y la incertidumbre, en los que hemos tenido que enterrar a más familiares y amigos de los esperados y que sobreponernos a un revés económico generalizado, entre otras cosas. Sigo pensando que si aquel 14 de marzo de 2020 en que fue declarado el estado de alarma me llegan a decir por todo lo que iba a tener que pasar –incluida la desescalada– no sé yo cómo lo habría afrontado…

Desde entonces, hemos hablado aquí mismo de la pandemia media docena de veces –alguna más–; y ahora lo hacemos de nuevo, pero con un ánimo diferente… Y es que, por fin, la hemos dejado atrás. Y si esta crisis se ha dado ya por concluida, otra, la de la democracia, se encuentra en pleno ‘esplendor’… Sí, ya sé que suena exagerado, pero es que estamos viviendo situaciones que hacen que uno casi pierda la fe en el sistema: que se abogue por que gobierne la lista más votada –a pesar de la legitimidad de las alianzas entre distintas fuerzas políticas, ¡faltaría más!– pero recular cuando la de su partido no lo es; el anuncio a bombo y platillo de que en ningún caso se va a pactar con no sé quién y rubricar el acuerdo a los pocos días; guerras internas en los partidos para optar a no sé qué cargos; y, así, un largo etcétera.

El 23 de julio nos toca elegir diputados –y/o ‘diputadillos’, que esa es otra– y senadores que, se supone, han de defender los intereses de esta tierra. A ver si es verdad, que falta nos hace…