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El Fagan burgalés

26/01/2023
 Actualizado a 26/01/2023
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La historia de Michael Fagan demostró en los ochenta cuan fina es la línea que separa la impotencia de la inconsciencia. Fue el hombre que se coló dos veces en el Palacio de Buckingham y acabó sentado en la esquina de la cama de la reina. Fagan, un desempleado con esquizofrenia, quería contarle a Isabel II las dificultades que sufría por la dureza de la política económica de Thatcher. Lo que se dijeron en aquel encuentro inaudito es realmente un misterio. La desesperación inflamada de tensión social y espoleada con temeridad por una mente frágil se encontró con la ineficacia incomprensible de la seguridad del palacio para terminar en uno de los episodios más grotescos de la historia reciente del Reino Unido.

España acaba de descubrir a su Michael Fagan aunque en versión violenta y frenado con eficacia por las fuerzas de seguridad. Un funcionario jubilado de Miranda de Ebro es el responsable de las seis cartas explosivas que llegaron a La Moncloa, el Ministerio de Defensa, una empresa de armamento y las legaciones de Ucrania en Madrid y Barcelona. Una de ellas causó un herido leve. Parece que nuestro Fagan, de 74 años, quería exigir a Pedro Sánchez que dejara de apoyar a Ucrania.

Ambos relatos evidencian que aunque la realidad nos esté acostumbrando a convivir con conspiraciones e historias imposibles todavía queda esperanza para que la explicación más sencilla y menos aterradora sea la acertada. No era un grupo armado proruso ni activistas de extrema derecha. Fue Pompeyo. Aburrido, radical, obsesionado y nostálgico de la URSS. Un hombre muy activo en redes sociales que dentro de los sobres no escribió nada. Es la alarmante evidencia del deterioro de la convivencia provocado por una escalada irresponsable de crispación social en la que la violencia gana a la palabra. Un odio capaz de anidar de forma incontrolable en desatendidas mentes enfermas. Michael Fagan solo quiso hablar con la reina. Pompeyo ni siquiera escribió una amenaza.
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