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El escarnio público

03/07/2023
 Actualizado a 03/07/2023
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Con la filosofía de proteger al bandido y perseguir al que cumple de fondo, la Agencia Tributaria se ha visto obligada a recortar su célebre listado de morosos con la Hacienda Pública para dar cumplimiento a una sentencia del Tribunal Supremo, una vez sentado el principio de que solamente podrían incluirse en el inventario a las personas físicas y jurídicas con deudas o sanciones tributarias firmes. Así, el objetivo del escarnio público se ve disuelto y resulta ineficaz a la hora de pretender que todo el mundo cumpla sus obligaciones fiscales.

En esas listas hay muchos personajes conocidos de los que salen cada dos por tres en televisión, figuras del deporte o de la música y el cine y algunos hasta se permiten el lujo de dar lecciones sobre lo que está bien y lo que está mal, incluso de defender los servicios públicos, mientras los financien otros. Y también gente menos conocida a nivel nacional pero sí en su entorno, donde la manera de vivir da síntomas de cualquier cosa menos de ser un defraudador en semejante grado.

La moralina de poca monta que nos gastamos ahora y que viene a ser lo de proteger al bandido y perseguir al cumplidor que le decía antes, impide, por ejemplo, que un ayuntamiento publique en el tablón de anuncios la lista de vecinos que no pagan el IBI, el agua, las basuras, el impuesto de rodaje, los vados, las tasas del cementerio o cualquier otra de las decenas de tributos que usted y yo tenemos que estar pagando todos los días para mantener esos y otros servicios y más de un vicio. Que los hay a patadas entre los vividores.

Es la famosa normativa sobre protección de datos a la que muchas administraciones y empresas recurren cuando no les da la gana de gestionar un trámite o realizar un servicio la que impide que usted sepa quiénes son sus vecinos con una cara como el cemento, porque se benefician de los mismos o mayores servicios que usted pero no pagan un céntimo. Eso mientras la ley, o las leyes en plural porque uno ya no sabe la maraña normativa dónde empieza ni dónde termina, le ampara. Pero luego nos extraña oír que lo que hace falta es alguien que venga a poner orden.
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