La liberalización del ferrocarril prometía una revolución en la movilidad, con más opciones, mejores precios y una competencia real frente al histórico monopolio de Renfe. Sin embargo, esa promesa avanza a dos velocidades, y para León, una vez más, parece que toca esperar en el andén.
La complejidad técnica del corredor Madrid-Asturias, con su combinación de anchos de vía, convierte a León en un destino poco atractivo para nuevos operadores. La falta de trenes de rodadura variable y los largos plazos de adquisición y homologación dibujan un horizonte lejano, quizás más allá de 2030, para ver a compañías como Ouigo o Iryo llegar a la capital leonesa.
Mientras tanto, Renfe mantiene su posición privilegiada, en parte gracias a una infraestructura diseñada a medida. La liberalización, más que una apertura real, corre el riesgo de convertirse en una quimera para territorios como León.
España no puede permitirse una red ferroviaria a dos velocidades: una para los grandes ejes y otra para el resto.