La reflexión que hoy propone en este periódico el profesor Francisco Balado sobre la aportación de los ponentes leoneses a la Constitución de 1978 nos recuerda una evidencia que hoy, en tiempos de polarización y discursos apresurados, parece olvidada: la política de antes se sostenía sobre una preparación sólida y un profundo sentido del deber público. Aquella generación, diversa en trayectorias y convicciones, abordó la transición entre dictadura y democracia con una madurez que contrasta con la crispación actual. Muchos de ellos no eran profesionales de la política, sino académicos, juristas, sindicalistas o empresarios que pusieron sus conocimientos al servicio del bien común, regresando después a sus vidas con la satisfacción del deber cumplido. Su huella técnica e intelectual quedó plasmada en artículos tan sensibles como el 27 o el 40 de la Constitución, redactados desde el rigor y el consenso. Lo más admirable es que, pese a sus diferencias, supieron anteponer el interés general a cualquier cálculo partidista. Eligieron el diálogo frente al ruido, la negociación paciente frente al oportunismo. Recordar su ejemplo no es un ejercicio de nostalgia, sino una llamada urgente a recuperar una cultura política basada en la responsabilidad, el respeto y la búsqueda de acuerdos.
La lección olvidada de una generación ejemplar
El aniversario de la Constitución es una buena oportunidad para recordar la etapa en la que la preparación, el consenso y el sentido de Estado guiaban la política española en general y la leonesa en particular
04/12/2025
Actualizado a
04/12/2025
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