El paseo por las calles de León a mediodía de ayer (y por más calles que no eran sólo las de León, y a más horas que las del mediodía) era la contemplación de trabajadores a las puertas de sus empresas, de sus comercio o de sus oficinas, cruzados de brazos. Como siempre, no nos damos cuenta de lo que dependemos del suministro eléctrico hasta que nos falla. Algún amago había habido antes de la caída de algunos sistemas informáticos que ya afectaron a la rutina de millones de personas, pero obviamente la luz va más allá. En cualquier caso, la lección que nos puede quedar del día de los brazos cruzados es aquello que tiene que ver con nuestra parte, no con los ingenieros ni los ciberexpertos que solucionaron el problema y ahora tendrán que buscar las explicaciones pertinentes: la educación. El pánico parece cundir ahora antes que nunca, como fruto de las prisas de una sociedad que necesita saber lo que pasa antes de que pase, y la educación salta por los aires a las primeras de cambio.Ayer se vivieron escenas dantescas en muchos supermercados y la población siguió difundiendo bulos de forma temeraria. Menos mal que íbamos a salir mejores de pandemia.
El día de los brazos cruzados
Tiempo habrá de investigaciones y explicaciones, pero lo que volvió a demostrar el apagón de ayer es que no aprendimos nada de la pandemia y que repetimos algunos errores que tienen que con lo básico: la educación
29/04/2025
Actualizado a
29/04/2025
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