La debilidad del autónomo

La sangría de los trabajadores autónomos no se degtiene. Con el inicio del año 2019 se habían puesto en marcha diferentes novedades que afectaban a la actividad de este colectivo, pero no parece que estén favoreciendo que la gente apueste más por el autoempleo. Desde entonces pagan cuotas más altas, pero al mismo tiempo también tienen mayor protección social en cuestiones como las incapacidades temporales o el cese de actividad. Y de esto último en León sabemos mucho, puesto que, como decíamos al inicio, la cifra de autónomos sigue cayendo en la provincia en un país en el que este colectivo no deja de crecer. En épocas de crisis –y sobre todo si hay campaña electoral de por medio– se ponen sobre la mesa infinidad de promesas dirigidas a los emprendedores. Y una parte importante de este colectivo está formada por trabajadores autónomos que crean su propio empleo para ganarse la vida. La mejor marcha de la economía y la recuperación general del mercado de trabajo no ha permitido detener –salvo repuntes exiguos y puntuales– la sangría de autónomos que se inició con la crisis del año 2008. Esto tiene una lectura positiva, ya que quizá muchos autónomos hayan dejado su actividad al encontrar empleo por cuenta ajena. Sin embargo, el comercio y el campo acaparan la pérdida de autónomos y ello puede deberse también al repunte de cierres que padece especialmente el primer sector y a la tendencia a explotaciones agrícolas y ganaderas cada vez de mayor tamaño y más mecanizadas. El de los autónomos es un colectivo fundamental para una tierra en la que la escasez de industrias y el pequeño tamaño de la mayoría de las existentes obliga a muchos a inventarse su propio trabajo. Es por eso que todos los apoyos que reciban serán siempre insuficientes.