Óscar Quindós 7 2 2024

El efecto Pretty Woman

12/04/2024
 Actualizado a 12/04/2024
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Hay escenas de películas que quedarán grabadas en la retina del espectador para toda su vida. El resto de la cinta se puede diluir como una gota de tinta en un vaso de agua, pero mi cabeza recordará cada mueca de alivio en la cara de Linda cuando escucha abrirse la puerta de su apartamento en Nueva York, porque ese sonido significaba que su hijo Oskar volvía sano y salvo de recorrer las calles de la Gran Manzana. O a Elio mirando con los ojos vidriosos el fuego ardiente de la chimenea mientras que el calor de su corazón se apagaba. O los golpes que el astronauta Cooper le daba a la biblioteca de su hija Murph para que supiera que él seguía ahí.

El séptimo arte tiene cualidades mágicas que reflejan la mejor cara de la humanidad, pero también contiene su parte de ciencia. Y si no que se lo digan a la película Pretty Woman, una cinta que, se emita las veces que se emita, siempre consigue ser líder de audiencia. El efecto Pretty Woman se sustenta (y alimenta) a base de la repetición, se convierte en un espacio seguro para el espectador. Y cuanto más se repita más calará en el subconsciente del ser humano, deseoso de ver y escuchar los mismos ritmos una y otra vez (algo que también se aplica a la música).

Quién no ha estado zapeando una noche en casa y se ha encontrado por casualidad con la sonrisa de una jovencísima Julia Roberts que te incita, a sabiendas del resultado, a comprobar el devenir de los acontecimientos en su vida. «Ahora es cuando le confiesa todo», «qué graciosa la tontería del anillo», «mírala cómo se sube al coche con el ramo de flores», «ahí viene el momentazo de la tienda de ropa»... Son solo unos pocos ejemplos del fenómeno por el cual, entres en el momento en el que entres, vas a quedarte enganchado a la pantalla.  

Lamentablemente este sistema no se puede aplicar a todos los aspectos de la vida. Hay repeticiones que cansan tras el segundo bis, como unas muy legítimas protestas que entran en bucle pese a los intentos de las administraciones de adaptarse a sus necesidades. Unas movilizaciones en las que los participantes tratan con desprecio a los periodistas, como si fueran el enemigo. «Es que de lo que pedimos a lo que contáis hay un mundo», me espetó una manifestante que no leía medios locales. Y no la culpo, pero es difícil ‘manipular’ las declaraciones cuando tienes a la mejor camarógrafa de la provincia a tu lado plasmando el palpitar de la masa. Aunque nos hagan esperar durante una hora a que aparezca el portavoz. Aunque se burlen de nosotros por hacer nuestro trabajo. Aunque sepamos de antemano lo que reclaman a las administraciones porque llevan el guion más preparado que en Pretty Woman. Porque si nosotros no lo contamos, el mundo no se entera.

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