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El edificio de Correos y la provincia de León

21/11/2025
 Actualizado a 21/11/2025
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Hoy hace dos semanas que el Colegio Oficial de Arquitectos de León arrancaba una nueva edición de ‘León abre sus puertas’, en la que, en colaboración con particulares y entidades, visitan edificios de la ciudad, conocidos ya sea por su nombre o por su uso.

Y este año, el edificio de Correos fue uno de ellos. Con la colaboración del propio servicio de Correos, Joaquín Vidales su Director Provincial, y dos arquitectos, Óscar García Luna y yo mismo, hicimos de guía para una cuarentena de visitantes, en dos tandas por aquello de ser más directos.

El arquitecto que lo proyectó, Alejandro de la Sota, es sin duda uno de los diez mejores profesionales habidos en España desde el final de la Guerra Civil. No fue muy prolífico, pero todas y cada una de sus obras fueron significativas.

Esta de León tiene, además, una seña especial, porque, tres años antes, tuvo dos reveses profesionales (no ganó el concurso para la sede de Aviaco, una compañía aérea luego absorbida por Iberia, ni tampoco la cátedra de Elementos de Composición de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid), lo que le hizo abandonar su trabajo, encerrarse en su estudio y pedir la reincorporación a Correos donde era funcionario de carrera.

Iniciaba así «una nueva vida» precisamente con este edificio, un encargo interno con el que se pretendía un nuevo edificio donde trasladar todo el servicio desde el que fue central, enfrente de la Catedral, obra art decó de Manuel Cárdenas, ya inadecuado para lo que era Correos, «oscuro y falto de luz» según los empleados.

Planteado como un «edificio máquina», un contenedor que dentro hiciera las funciones de una máquina funcional, organizada para producir con eficiencia todos los servicios, que eran muchos y variados.

Para ello, proyectó, en una parte del que había sido el solar del antiguo hospicio, un prisma de seis plantas, un sótano más un semisótano y cuatro plantas de servicio, los dos primeros de aparcamiento y clasificación, la baja elevada para el público y el resto para los diferentes servicios, completando una media planta en terraza para tres viviendas (director, subdirector y conserje, cafetería y ¡guardería!). Un programa para una pequeña ciudad.

Y ya que eso pide una gran superficie, que no puede tener en una única planta, que sería los más adecuado, lo resuelve repartiéndola en las seis apuntadas, con muy pocos y ordenados pilares, abiertas, articuladas con un núcleo central de comunicaciones de grandes dimensiones y capacidad de traslado vertical.

El edificio básicamente se construye como todos los demás: pilares, vigas, forjados y fachada, pero con soluciones totalmente diferentes al resto de la edificación de la ciudad. Los pilares y vigas son metálicos, cosa nada habitual, el forjado es un forjado colaborante, una chapa de acero conformado, que va a quedar vista y que hace de encofrado de una losa armada maciza, nada que ver tampoco con el sistema al uso de viguetas y bovedillas, estupenda pero que complica enormemente la colocación de las instalaciones, que, además, van vistas. Y la fachada, de grandes piezas metálicas, a modo de también grandes sillares de piedra, lacadas en el «color León», que decía el arquitecto, el que tienen las piedras de la catedral, aunque hoy esas piezas estén decoloradas hasta un insulso tono lechoso por un problema de fabricación.

De la Sota diseño todo tipo de elementos, mesas, armarios, barandillas o las lámparas de techo de la planta al público, hoy insustituibles pues fueron piezas únicas, incluso el jardín exterior, porque el arbolado ocultaba el edificio. Y aún lo oculta, porque el jardín no se ejecutó.

Todo esto ha hecho que el edificio esté protegido, cosa estupenda, pero a la vez un dolor de cabeza para los mantenedores, que no pueden mover un clavo sin consentimiento.

Un edificio magnífico, proyectado para ser albergue de todos los servicios centralizados del noroeste, que cuando un telegrama iba a Oviedo primero pasaba por León, que cuando un paquete iba de Vigo a Sevilla se controlaba desde aquí, con una estupenda torre de comunicaciones. 

Un edificio que en su momento estuvo completamente ocupado… tiene hoy plantas enteras vacías.

Conforme pasábamos la visita, viendo despachos vacíos que evidentemente habían estado ocupados, la torre de comunicaciones fuera de uso, las viviendas cerradas, la cafetería limpia de polvo y paja y la guardería ni estrenada, me vino a la cabeza, quizás porque es ya una obsesión, la provincia de León.

Como el edificio entero, fuimos el centro nodal del noroeste, como tantas veces he dicho, hasta los romanos se dieron cuenta de ello.

Igual que las plantas de oficinas, la provincia se vacía, no hay nadie en ellas, ni en el campo ni en los pueblos.

Las viviendas están vacías. ¿Cuántas hay solamente en León? Pues unas cuantas sin duda.

La cafetería, entes en efervescencia hoy es un mostrador sin nadir, y bares que cierran porque no hay quien siga el negocio.

Pero si es que hasta la fachada se ha decolorado y ya no es la que era. Como nosotros, que, ¡Quién nos ha visto y quién nos ve!

Por cierto, de la fachada, me quejé en esta misma página del 14 de marzo pasado, de que alguien había pintado de un color blanco marfil todo el edificio de correos, un color anodino muy lejano de original, más fuerte. Bueno, me disculpo, ha sido un fallo del lacado de las piezas de fachada (aunque alguien se apuntará al cambio climático como causa).

Y la torre de comunicaciones, la moderna torre de comunicaciones, completamente ‘vieja’. Como nuestra población.

En fin, que, como antes comentaba, durante la visita, conforme avanzábamos por los distintos niveles iba viendo a esta nuestra alicaída provincia reflejada en el edificio: algo estupendo (gran provincia, gran edificio), lleno de gente pero vaciándose (cada vez menos población), nodo administrativo del noroeste (por aquí pasaba todo y ahora pasa casi nada). Y es que hasta el color nos ha cambiado a ambos: uno con un crema desvaído y el otro con un verde chamuscado.

Un paralelismo desgraciadamente triste. Y no por gusto de ninguno de los dos: ni el edificio ni la provincia.

¿Podremos arreglarlo?

21 11 2025 Álvarez Guerra
21 11 2025 Álvarez Guerra

 

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