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Dulce pájaro de juventud

04/05/2024
 Actualizado a 04/05/2024
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Los brillantes ojos del jovencísimo Samuel, ‘Chupitos’, revolotean gozosos mirando, entre bambalinas, el escenario. Será tal vez, porque sueña algún día con encarnar al impetuoso Felipe, que revoltosea por el corazón de la planchadora Mari Pepa mientras se decanta entre la pasión y los celos, o acaso porque ha sido atrapado por el ímpetu lírico del maestro Ruperto Chapí cuyas guajiras reverdecidas danzan en los gráciles y juveniles cuerpos de las bailarinas de la Escuela de Danza de León que ya andan caldeando la corrala del barrio más chulapón de todo Madrid en espera de la verbena. A punto está de armarse la trapatiesta por esa lucha eterna entre féminas y varones, la misma que acontece desde los albores de los tiempos. Hombres y mujeres que forcejean entre aspavientos de sentimientos encontrados en esa atracción irremisible que goza en el final feliz. 

La gresca está asegurada por la presencia inquietante de Mari Pepa, esa mujer galana, «la diosa de ahí arriba» que trae revuelto a todo el vecindario, en especial al masculino, con su desparpajo castizo y sus desinhibidos encantos. 

«No es verdad que ninguna mujer se pierda, el que se pierde es el tonto que se la encuentra», cantan despechados los jóvenes muchachos del Coro Ángel Barja, dirigido por Aitor Olivares, a los que las doncellas cantoras de la citada coral, desairadas, contestan con desacato «si no hubiere mujeres tan infundiosas, luego no pagarían unas por otras».

Y mientras, los jóvenes labios de Samuel siguen desgranando, en plegaria lírica, todos los parlamentos del elenco de protagonistas pertenecientes al Taller Lírico del Conservatorio de León sabiamente guiados por la imprescindible Marta Arce. Samuel se ha aprendido, a fuerza de mirar y remirar, lo que deben decir Tiberio, Cándido y Atenodoro o las guasas y estrategias de Soledad, Gorgonia y Encarna, incluso los pensamientos ocultos del aparentemente impoluto Candelas.

Mientras, en el foso, la Orquesta de las Juventudes Musicales de León, bajo la batuta de Luis Martínez García de Longoria, acomete airosa la ejecución gozosa del sainete lírico del género más genuinamente español llamado Chico, al lado de ese mozuelo, 

Samuel, que ha asistido a multitud de ensayos. 

Y decían que la Zarzuela es un género arcano, pero los abanicos y mantones de Manila rejuvenecen bajo los ojos de estos jóvenes cantores cuyos gorjeos atestiguan que la música es atemporal y que no hay género antiguo si hay profesorado con afán de mantenerlo vivo en las nuevas generaciones.

Mañana, en el Auditorio, Samuel, dulce pájaro de juventud, y su eternamente ojeada ‘Revoltosa’, también más joven que nunca.

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