A principios de los dosmil Albertucho ya quiso pedir «un techo pa’vivir» en una de sus canciones, y de igual manera lo hicieron Fondo Flamenco diciendo que buscaban «una casita en el barrio de Santa Cruz». Ojalá pudieran cumplir sus deseos en aquel momento, porque si se vieran en esa tarea en la actualidad, la búsqueda se les iba a hacer un poco complicada.
La vivienda ha sido el saco de boxeo maltratado de todas las crisis económicas recientes (o las que recuerde, claro). Están las casas que no se pudieron vender y la que se quedaron a medio construir. Los esqueletos de hormigón de algunas parcelas del extrarradio de muchas ciudades de España son fiel reflejo de aquel ‘catacrack’ que provocó que muchos cambiaran la cama por el suelo de las plazas y el techo por la tela de una tienda de campaña. También fueron protagonistas esas viviendas que se quedó el banco de turno y las que desahuciaron para otros fondos pese al empeño de decenas de vecinos que aún hoy siguen enfrentándose a jueces y policías para que familias o mayores no pierdan su hogar.
Ahora los protagonistas son los jóvenes y la clase media (quienes sufren las consecuencias casi siempre, vaya) que se ven incapaces de alquilar ese «techo» que pedía Albertucho a un precio que, a ser posible, no triplique el de la renta de sus hogares, y ya no digamos de comprarlo. Las ciudades, cada vez más masificadas, se convierten en lugares posibles para unos pocos, para los que buscan «una cocina que da soporte a tus fiestas y barbacoas» o ese lugar «para que te regalen tus padres como primer piso», que ‘solo’ cuesta dos millones de euros, que publicitan en redes sociales hombres trajeados con demasiado entusiasmo y que les ha valido una (merecida) dramedia del dúo cómico Pantomima Full. Mientras, la cara B y la más real. Trabajadores que destinan más de la mitad de su sueldo a pagar un alquiler, treintañeros que ven la compra de una vivienda como algo aspiracional y familias que solo se pueden permitir vivir en determinadas zonas del extrarradio. El Sindicato de Inquilinas de Madrid tiene a quien dirigirse–«los gobiernos son responsables, pero los caseros son culpables», han sentenciado en un comunicado– y buscan revertir la situación con una manifestación en la capital que esperan tenga impacto en otras capitales también afectadas..
La centralización se sufre igual. Aunque en las ciudades de provincia la subida de los alquileres no ha sido tan alarmante como en otras más grandes, la solidaridad también sirve para prevenir el futuro. Mejor asegurarse cuatro paredes dignas que tener que volver a dormir en la plaza por una casa para todas.