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Dormir o no dormir, esa es la cuestión

20/10/2025
 Actualizado a 20/10/2025
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Me encuentro con el gran escritor y columnista Isaac Rosa. Conversamos sobre su último libro. Será ya nuestra cuarta o quinta conversación. Es de los autores con los que no perdono una buena cita literaria, siempre que haya una posibilidad. Y suele haberla. La tarde es exageradamente cálida. Vivimos tiempos muy extraños, atrapados en el cambio climático, aunque algunos se empecinen en negarlo. Los árboles no se deciden a mudar las hojas, el termómetro muestra temperaturas de verano. Al sindiós planetario se le suma el sindiós meteorológico. Arrecian ahí fuera los negacionistas.

Isaac Rosa es un escritor espigado, cercano, quizás un poco tímido. Pero con una gran determinación en lo que dice. Hemos escrito tal vez aquí de él en varias ocasiones, no puedo levantarme ahora a mirarlo, pero eso creo. Isaac Rosa habla a menudo de los problemas de la gente, baja a la realidad doméstica sin disimulos, sin disfraces: en todas sus novelas hay una disección de la cotidianidad, una mirada a veces compasiva de los miedos y de los peligros que nos acechan. Los grandes asuntos de sus novelas son los grandes asuntos del ser humano. Literariamente, logra curiosos efectos.

Me encuentro con él otra vez, en este otoño exageradamente cálido, ya digo. Me acerco a verlo a la sede de Galicia de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, en la Fundación Seoane de A Coruña, donde pronuncia una conferencia. De Isaac Rosa me gustó mucho ‘Feliz Final’, por ejemplo. Una historia contada de modo peculiar, de manera inversa, ya saben, comenzando por el final de una relación y caminando hacia su inicio. Él hace cosas así. Su nueva novela, ‘Las buenas noches’, publicada por Seix Barral, tiene también sus peculiaridades. No en cuanto al tema, sino a cómo se construye la narración. Aunque el tema también es muy de Isaac Rosa, pues la novela aborda uno de los grandes problemas de nuestro tiempo: el insomnio. La dificultad para dormir, sobre todo por las noches. Este es un tiempo de incertidumbres y miedos, de frustraciones, de vidas difíciles. La sociedad está pensada para derrotar al sueño, para la vigilia permanente. Nos quieren alerta, bueno, sólo hasta cierto punto. Al menos nos quieren absortos ante la luz de las pantallas, esa luz, a la que acudimos como lo harían los insectos. Dicho sin ofender. El mundo permanece despierto, aunque creo que sólo en apariencia. El insomnio es una característica de nuestro tiempo: el protagonista dice que no puede dormir por el cansancio.

Así que aquí tenemos de nuevo al Isaac Rosa atento a los asuntos de la sociedad contemporánea, al dolor de una sociedad sacudida por la gran aceleración de la existencia, por lo inmediato, por lo obsesivo. Y por tantas cosas más. Lo que le permite trenzar una historia tan curiosa como tierna, una historia tan bella como extraña. Me dice que todo empezó por él mismo. Que tuvo ese problema de insomnio (creo que ya no), y pronto descubrió que era uno de los males del presente, del que, como dicen a veces los adolescentes, poco se habla. Es difícil saber si estamos mal porque no dormimos o si no dormimos porque estamos mal. Puede que sean ambas cosas. Puede que sea un terrible círculo infernal, del que algunos se aprovechan. Ser insomnes nos hace más débiles, más manejables. Más frágiles. La sociedad del cansancio y del insomnio, eso es.

‘Las buenas noches’ (hubo varios títulos, me dice: le propongo ‘Los amantes del sueño pasajero’, entre risas) está contada en primera persona, aunque las personas son dos, sobre todo dos, estos seres, ella y él, que se encuentran una madrugada en el bar de un hotel: están allí porque no pueden dormir. Hay algo de Hopper en esa levedad de las habitaciones y los hoteles. Hay algo de vigilia y cara entre las manos. Hay una atmósfera hiriente en el pasar de las horas. La última mata. Nunca se dicen sus nombres, pero terminan durmiendo juntos, casi por azar, por inercia, porque la naturaleza los lleva hasta el lecho protector, el cielo protector, con la esperanza no del sexo (no hay sexo), sino del sueño reparador. Duermen como bebés, se toman de la mano, se acarician el pelo, sólo eso. Crean un hábitat, una burbuja, en la frialdad de los hoteles, en las habitaciones inesperadas, en lugares de medio pelo. Crean una vida nueva sólo para dormir. Huyen a los hostales: no pueden dormir el uno sin el otro.

Me encanta este Isaac Rosa llevando hasta el extremo una historia aparentemente irrelevante. Un encuentro nocturno que al poco se convierte en una terapia, en una sana costumbre, pero también en un vértigo personal, en una huida del mundo. Me encanta esta forma de descubrir no sólo los pliegues de las sábanas, sino los pliegues inesperados de la realidad. Y cómo Rosa muestra los extraños tesoros que a veces aparecen en nuestras vidas. Siempre hay un lugar para la sorpresa. Descubrir al otro, también saber más de uno mismo. Adivinar la importancia del otro lado de la cama.

La novela está salpicada por fragmentos de un Diario del sueño, que es lo que a veces se le pide a los insomnes. Que hagan cuenta escrita de lo que pasa en sus noches. Las pastillas, si las hay, la lectura, que ayuda (el protagonista trabaja además como lector profesional, como corrector y evaluador de textos), pero él necesita estar despierto para leer, esa es la paradoja, no dormirse leyendo. “Comprendí que leer y dormir pueden ser hoy actos revolucionarios”, me dice Isaac Rosa. “Nos quieren despiertos, atentos a las pantallas, o a las redes sociales, así que la lectura silenciosa, o dormir, dormir de un tirón toda la noche, se convierten definitivamente en actos de rebelión”, apunta. Por eso nuestros protagonistas sienten que han encontrado algo maravilloso, un extraño secreto, una magia entre ellos. Ambos están casados, y sus matrimonios pronto entrarán en una deriva difícil, pero, curiosamente, no hay más infidelidad que la de dormir juntos. Luego, se echarán de menos fatalmente, sentirán que su lazo es irrompible.

Dormir, tal vez soñar. Esta sociedad presume de no dormir. “La ciudad que nunca duerme”, ese eslogan, ya nos anunciaba el futuro. Ahora hay curas de sueño, como hay curas de bosque. Se abrazan árboles y cuerpos como árboles. Eso pasa en esta gran novela. Isaac Rosa hace una lectura política del sueño. Habla del ejército de insomnes que iluminan las ventanas de la noche, en su desesperación. Pero, “si se favorece de alguna forma el sueño, es el sueño productivo. Si nos quieren descansados, es para producir: esas pastillas que se anuncian con el mensaje de ‘que no te pare esto o aquello’, en el fondo nos están diciendo: ¡que no te impida ir a trabajar mañana!  

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