Donde un bosque late

05/12/2023
 Actualizado a 05/12/2023
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Fui a los bosques porque quería vivir a conciencia». Thoureau tenía claro dónde estaba aquello que le empoderaba y buscaba esa mezcla bucólica de hojas tendidas con las tenazas suaves de las ramas, arterias trenzadas sobre un tronco que busca la luz desde las tinieblas de unas raíces que, desde la oscuridad y sin buscar protagonismos, son las que le sustentan sobre una realidad a la que hace frente unido a otros congéneres.

Los árboles forman equipo por naturaleza y se dejan llevar por el vaivén del viento. Soportan el capricho del termómetro y son nido del hielo cuando este se convierte en castigo y premio para el ecosistema. El bosque berciano saca la cara al borde del cementerio para que el mundo vea lo que vale salvarse del estertor. Los castaños de Villar de los Barrios mullían el colchón de la muerte desdentados y sin pelo, cuando un paseante les dio un abrazo. Y lo sintió todo dentro de él, hasta las ganas de salvarles. Sus huellas de líquenes irreductibles, la caricia de una madera secular, el aullido del silencio en sus conversaciones al aire, la mirada homogénea de lo vertical sobre terreno vivo…Desde el sentir comenzó un rescate en el que la escena se reprodujo como una terapia. La pócima que pone freno al sinsentido del olvido que mata.  El bosque decidió salvarse para servir, generoso, paciente. Y su respiración ha conseguido llenar tanto sus pulmones que va camino de ser Bosque del Año.

No pide el soto nombramientos ni aplausos porque lo que busca es dar y no recibir, pero la medalla es una palmada en la espalda que anima a seguir criando desde la ancianidad.  Ahora que vuelve a desnudar los pasos sobre él, que encuentra un sentido, el castañar se hace escenario de paz y ejemplo de que arraigar con fuerza también es una manera de enamorar. Solo hay que dejarse querer, y responder sin fracturas, a pecho descubierto.

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